Halloween Party! - Torre de Avaricia

A medida de que se acercaba a la Torre sintió el abordaje de la avaricia rodear su alma, el espíritu del pecado a materializarse dentro de su espíritu ― ¿Es esto lo que sucedió en la habitación de Orgullo? ― pensó sumergida en los pensamientos de lógica y deducción que caracterizaban su precoz, ingeniosa y volátil inteligencia sensorial. Aquel castillo escondía secretos que a simple vista pasaban desapercibidos; què una fiesta se realizara entre sus paredes solo podía traducirse como una estrategia por parte de los siervos de Primavera para conocer a los guerreros contra los cuales jamás habían peleado, a diferencia de todos los actores de la Guerra Santa… los seguidores de Perséfone por primera vez se alzaban para tomar una posición que parecía clara pero no para la Princesa del Inframundo, quien no confiaba en nadie que no sirviera a su Dios directamente.

Siguiendo al varón de la Violencia, se internaron en la curiosa Torre congelada. La temperatura dentro del lugar estaba bajo cero por suerte Pandora estaba recubierta completamente, como solía estar siempre. El piso estaba cubierto por una película de hielo, y bajo aquella agua congelada un sinfín de caramelos, al parecer ese lugar era la despensa para guardar los dulces de Halloween ¿acaso habían niños que tocaban esa puerta por Dulce o Truco? La imagen mental que llego a la cabeza de la dama fue tan bizarra que la borro de su disco duro inmediatamente ― … que aberración se ha creado en mi ― se dijo al interior negando sutilmente.

“Demasiado frío para mi gusto, espero no te moleste que caliente el ambiente un poco.”

Hasta ese momento estuvo haciendo oídos sordos a las palabras de Bennu, ya que los matices de su elocución no iban acorde al trato de su rango… pero él posiblemente no sabía que se trataba de su sacerdotisa, así que por ahora dejaría pasar sus verbos irrespetuosos. El masculino, como cualquier otro individuo con cierta sensibilidad física, se percató del frio… y propuso un método para entrar en calor. La mirada de la dama se fijó en èl, bajo aquella máscara seguro no se dio cuenta de ello. El cosmos estallo, Bakura se volvió una antorcha espectral de fuego azabache, causando el choque térmico inminente, y como agente dominante en ese momento, el fuego hizo ceder al invierno. La habitación se llenó de agua, luego de vapor y por último de  una sensación térmica pegostosa.

― … que poca paciencia ― dijo entre un resignatario suspiro abanicándose con la mano enguantada ― … ya sabes lo que dicen… Dulce o Truco ― le comento de forma subjetiva caminando a la salida, no había nada más que hacer en ese lugar, a la final solo asquerosos dulces se esparcían dentro de sus paredes. Si èl no encontró los “dulces” que esperaba, debería dejarle un truco al obrador de semejante habitación…

Apenas podía caminar sin tambalearse, pero los esqueletos sirvientes del castillo habían sido muy amables al remolcarlos a la misteriosa torre. Bueno, amables desde la percepción de Yuya, que en esos momentos veía el mundo con los ojos de un ebrio feliz, atontado por los poderes de la habitación de la lujuria. Mientras el esqueleto lo cargaba, Yuya extendía los brazos hacia el frente como un niño que simulaba volar. Volvió a la realidad cuando su trasero azotó contra el suelo de piedra del castillo.

Colgado junto a la torre había un pequeño letrerito que decía “Torre de la Avaricia”, el cual fue completamente ignorado por el joven de cabello bicolor. Miró a los lados pero no encontró nada.-Aquí no hay ningún dragón- dijo con una gran sonrisa en el rostro, columpiando los brazos a los costados.

No recordaba qué era lo que estaban haciendo ahí parados.-¡Yuzuuuuuuu! ¡Yuzuuuuu!- le gritó como si la chica estuviera a varios metros de distancia cuando en realidad se encontraba a solo cuatro pasos de él. –¡Quiero irme de aquí!- le gritó, sin darse cuenta de que había alertado al dragón con todo el barullo que estaba armando en la entrada.

Yuya volteó cuando vio una enorme sombra posarse sobre ellos. Un dragón enorme y con cara de pocos amigos aterrizó, generando una corriente de aire con sus alas que mandó a volar muy lejos al paladín de Saturno.

—En ese caso... intercambiemos dulces por un truco —siseó con un destello de resentimiento en la mirada. Bakura no era alguien muy tolerante y aquel juego no le había hecho nada de gracia—. Veamos si a Lord Avaricia le gustaría una pequeña broma —añadió, más para sí mismo que para su acompañante que, sin haber encontrado nada interesante en la torre de Avaricia, se retiraba sin más. El representante de la violencia también planeaba marcharse, pero no sin antes dejarle un pequeño obsequio al pecado gobernante de aquel territorio.

Presionando los puños con tanta fuerza que no disimulaba su rabia, el guerrero del Inframundo hizo estallar su cosmos de modo que una onda expansiva de energía se generó desde su posición y abarcó toda la habitación. Las llamas negras ardieron de inmediato y en cuestión de segundos toda la sala del tesoro se había convertido en un infierno de fuego oscuro que arrasaba con todo a su paso. El incendio se propagaba rápidamente, devorando y reduciendo a cenizas todo a su alcance, siendo las primeras víctimas aquellas pilas interminables de caramelos que inundaban la habitación.

—Mucho mejor —Sonriendo complacido ante la destrucción que sus ojos presenciaban el espectro finalmente decidió que era momento de marcharse de allí, el calor era tan intenso que se volvía insoportable incluso para él. Así fue que sin meditarlo demasiado se arrojó por la ventana, sin sospechar lo que le esperaba abajo...

Un estremecedor rugido le obligó a bajar la vista sólo para toparse con los tremendos colmillos de la bestia que antes hubo pensado era una simple estatua. —¿Pero qué carajos? —murmuró impactado. Lo que más le preocupaba de todo el asunto era que su caída finalizaría dentro de la boca del dragón que desde un enorme charco de agua alzaba vuelo en su dirección. Y habría sido de ese modo de no ser por sus rápidos reflejos que le permitieron sostenerse de uno de los desmesurados y blancos dientes filosos. Acto seguido tomó el impulso necesario para salir de un salto de allí. No deseaba ser comida de dragón por ahora. «Así que los rumores eran ciertos»

—Con que tú eres el guardián de esta torre —comentó, aterrizando en el hocico del monstruo, que con fuerza cerraba sus poderosas mandíbulas en un acto que hizo tambalear al espectro, quien cayó deslizándose por el largo cuello de su gigantesco acompañante que ya había tomado una altura considerable que, de haber caído, pensaba Bakura, de seguro se habría fracturado varios huesos. Afortunadamente pudo sujetarse de las escamas del dragón y a duras penas resistir mientras la bestia surcaba los cielos con la única intención de deshacerse del intruso. Este, como pudo, buscó acomodarse para disfrutar mejor de la vista. Montar un dragón era una experiencia inigualable; quizás lo adoptara como mascota.

Había llegado allí no por azar o error, pero si por propia voluntad, motivado de visitar aquella torre cuya descripción se le hacía semejante al castillo propio de un Rey Demonio. Era Kumagawa Misogi, espectro celeste de Mefistófeles, quien se adentraba ahora en los dominios de la avaricia, motivado mas por vivir una aventura de juego de fantasía que por la promesa de dulces al final del recorrido. 「Ooooh, realmente llegue al Castillo del Rey Demonio」 comento con un asombro que parecía rayar el sarcasmo, torciendo su expresión en una que reflejaban una inocencia que era falsa a leguas de distancia. Iba vestido de forma elegante para la ocasión, con tonos en su mayoría negros que se complementaban en blancos y rojos, concluyendo finalmente con una gabardina de amarillo y un pequeño sombrero de copa. Llevaba guantes oscuros y su pelo tapaba ahora su ojo derecho, simulando de este modo la imagen del Ojo de la Providencia al verse el contraste entre rostro y cabello.

「Mi intuición me dice que el dragón no debería andar muy le…」 intento expresar cuando se vio interrumpido por un grito no muy lejano, un “detente” que le insto a quedarse allí parado, como si de pronto aquello fuera una idea más interesante que recorrer la torre frente a sus ojos. Observo con más atención y vio al dragón que buscaba, acompañado de ¿un dúo cirquero? Que parecía haber tenido mejores noches que aquella. 「Increíble, ¿Habrá sido esa chica? Necesito que me diga el truco」 dijo en un musito mientras notaba que el movimiento regresaba a su cuerpo y le permitía continuar, quizás a causa de que aquella “orden” no se viera dirigida a él, sino al escamoso guardián allí presente. 「¡Genial! ¡Impresionante! ¿Ahora cual será el próximo acto? ¿Le harás saltar por aros de fuego?」 declaro a modo de presentarse al “dúo cirquero”, mostrando una admiración por aquella demostración tan inusual de verse. Sus palabras parecían burlarse y en parte lo eran, quizás bromeando sin miedo tras haber presenciado un acto inesperado.

Se aproximo entonces al guardián inmovilizado, confiado al ver que aquel se hallaba ahora incapaz de mover musculo alguno. Puso su diestra enguantada en su hocico y lo palmeo como si se tratara de un perro, provocando de parte de este una serie de gruñidos hostiles. 「Realmente no hace nada」 resalto con expresión tonta en el rostro, aprovechando aquella oportunidad tan única que se le presentaba. Sin embargo, lejos de hallar semejante acto como algo divertido, el dragón movió entonces una de aquellas zarzas que decoraban parte de su cuerpo, enredándola al torso del espectro. 「¿Y esto? 」 fue lo último que alcanzo a decir antes de ser lanzado por los aires, elevándose varios metros antes de caer directo en las fauces de la bestia, la cual le devoro de un simple bocado. Muerte instantánea, tan simple como eso. Aquel que momentos antes se había introducido a escena fue rápidamente expulsado del escenario, desechado como un actor innecesario que ahora era digerido por el dragón. O eso parecía…

「Eso estuvo cerca, realmente estaría muerto de no ser porque conseguí vidas extra antes de venir」 fue lo que dijo desde unos metros de distancia, sano y salvo. Había tras de él un vórtice de ondas negras, arremolinándose como si aquello fuera la cosa más natural del mundo. 「Pero ahora creo que entiendo, esa orden tuya solo impidió que atacara a tu amigo arlequín, pero no lo retuvo en mi caso」 dijo en una voz que se teñía ahora de un aire más perverso, sonriente en un rostro cuyos ojos se habían entrecerrado, carentes de cualquier brillo. Se acomodo la gabardina y el sobrero de copa y avanzo una vez más hasta detenerse frente a la chica, teniendo una distancia de 6 metros entre ambos.  「¿Es así? 」 busco saber entonces, nuevamente con el rostro con el que originalmente se había introducido, aquel que parecía tranquilo y normal. Y ese era Kumagawa Misogi, alguien que podía ser descrito de muchas formas, pero resumido en una sola: un mentiroso retorcido.

Desde que salió al exterior no había podido apartar la vista de esa torre. Solitaria, imponente, tan diferente al resto del castillo. Parecía sacada de un cuento de hadas. Su curiosa arquitectura la hacía destacar entre las otras torres, pero lo que más curiosidad le causaba a Atem eran los rumores que se contaban de ella. Se decía que en la cima se escondía algo por lo cual valía la pena aventurarse a ascender por la infinita escalera en espiral que rodeaba la torre de punta a punta.

¿Por qué sentía tanta ambición? ¿Por qué ese deseo vehemente de apoderarse de lo que hubiera en aquella torre antes de que nadie más lo hiciera? Era ridículo. Él no necesitaba nada más de lo que ya tenía. No creía que fuese así. ¿Para qué querría lo que allí se escondiera? ¿Qué haría con ello? No lo sabía pero lo anhelaba con todas sus fuerzas, sólo porque deseaba tenerlo; no había otro motivo. —Tal y como en el comedor... —reflexionó para sus adentros. No era el mismo sentimiento, pero había experimentado igualmente una indescriptible ansiedad al encontrarse frente a aquel exquisito banquete y no saber qué tomar primero.

—¿Qué clase de magia perversa se oculta en este castillo? —Con paso firme y cauteloso avanzaba. No había obstáculos en su camino, sólo una vasta llanura que lo separaba de la entrada de la enorme torre y estaba dispuesto a llegar a la cima sin que nada lo detuviese. Pero entonces, cuando estuvo a unos pocos metros, el sonido de un aleteo estridente lo detuvo. Después llegó una potente ráfaga de viento que lo impulsó varios metros hacia delante y lo derribó de cara al suelo.

—¿Pero qué...? —No terminó de hablar que pronto sintió un impacto justo al lado de su rostro. Giró la vista lentamente hacia ese lado para toparse con una enorme y filosa garra de dragón.

Sin perder ni un solo segundo Atem se puso en pie de un salto. El dragón quiso detenerlo con un estridente rugido pero el chico de peinado extravagante corrió lejos. El suelo se estremecía por cada paso que daba la gigantesca criatura detrás de él. Atem apresuraba el paso. Su vista estaba fija en la entrada de la torre con el claro objetivo de encontrar un refugio en aquel sitio. Su objetivo era llegar hasta allá... si es que no moría aplastado por las enormes patas del dragón antes.

Corrió y corrió hasta que finalmente atravesó el marco que hacía de entrada para la torre. Afortunadamente el dragón no cabía completo en la abertura, por lo que quedó atascado hacia el final de su largo cuello. La torre tembló cuando la bestia intentó salir. Atem aprovechó aquel diminuto instante de ventaja que había ganado para avanzar lo más rápido que le permitían sus piernas con el objetivo de llegar a la cima de la torre. Otro temblor. El joven de cabello multicolor se tambaleó y tuvo que apoyarse en una pared para no caer, pero eso no lo detuvo. Tan pronto como recuperó el equilibrio continuó su carrera. Algo de polvo se desprendió del techo y cayó sobre Atem. El dragón estaba destrozando la torre y él iba a terminar enterrado entre los escombros si no salía de ahí.

—No fue una buena idea —se criticó a sí mismo acerca de su plan de meterse en la torre. Pero ya era tarde: sólo le quedaba llegar a la cima y contar con la suficiente suerte para encontrar una salida en ese lugar.    

Una explosión lo obligó a retroceder y la nube de polvo que se elevaba en el aire lo hizo toser. El dragón había logrado atravesar el muro y de no haberse detenido Atem probablemente habría acabado aplastado. La garra retrocedió, dejando que la luz de la luna se filtrase por el hueco en la pared y el joven de peinado extravagante, con el camino finalmente despejado, aprovechó la oportunidad para continuar su camino. No faltaba mucho (o eso creía).

Tras una agitada carrera, logrando escapar del monstruo con pura suerte, el futuro santo dorado llegó a la cima de la torre. La sorpresa que se llevó al llegar a la recámara del supuesto tesoro fue tan grande que lo detuvo en seco como si hubiera chocado contra un muro. Abiertos a todo lo que daban sus ojos contemplaban con gran sorpresa el botín: montañas y montañas de dulces esparcidas por doquier; caramelos, paletas, chocolates y todas las clases de golosinas que pudieran existir.

Interesante tesoro para el aventurero que decidiera arriesgar su vida peleando contra un dragón.

Sin embargo poco fue el tiempo que tuvo para reflexionar cuando de pronto un estridente rugido lo sacó de los pensamientos. La enorme cabeza del reptil se asomaba por la ventana de la torre, la que estaba justo enfrente de sus narices. Apenas pudo apartarse cuando una llamarada inadvertida encendió toda la recámara. El olor a azúcar quemado fue lo primero que pudo percibir y después... el borde de su capa echando humo.

Asumiendo que no tenía otra escapatoria más que esa ventana alzó la vista y con mirada decidida retó al dragón.

—Lo lamento pero no tengo otra salida —Sin apartarle la vista a la bestia cerraba lento el puño derecho. El aura de su cosmos pronto lo recubrió y sin más se lanzó a correr hacia su enemigo. El dragón retrocedió cuando el puño de Atem lo impactó en medio del hocico y, teniendo la vía libre por fin, el joven de peinado extravagante se arrojó por la ventana y al aterrizar en el suelo corrió lo más rápido posible para alejarse de esa torre y su malhumorado guardián.

El chico disfrazado de payaso se puso de pie después de ser lanzado varios metros hacia atrás por el aletazo del dragón guardián que protegía el acceso a la torre. El golpe hizo que se espabilara un poco, pero aún continuaba afectado por la influencia de la habitación de lujuria y por ese extraño líquido dulzón que había consumido antes. Hizo tres volteretas de carro y pegó un salto para aparecer junto a Yuzu. Aún estando confundido sus habilidades acrobáticas no lo abandonaban.

Sonrió al ver al desconocido que estaba cerca de Yuzu. Todos le parecían inofensivos estando bajo la influencia de lujuria, incluso un individuo sospechoso como ese. –Yuzuuuuuu, no te quedes parada aquí como si nada- dijo el chico de cabello bicolor mientras tomaba a su compañera por el brazo y la jalaba insistentemente como un niño pequeño en medio de una rabieta.

La mirada de Yuya volvió a posarse en el dragón, quien no apartaba sus ojos de él. Chasqueó los dedos y sonrió nuevamente.-Tengo un amigo para que juegues- Yuya extendió sus manos hacia el frente e hizo aparecer un bastón largo unido a una cuchilla decorada con un péndulo en la base. Agitó el arma de un lado a otro sin cortar a Yuzu –milagrosamente-, preparando la invocación de su propio dragón.

Cuando el dragón guardián de la torre atacó con una explosión de energía dirigía hacia el grupo conformado por los paladines y el personaje misterioso, el arma de Yuya reaccionó, iluminándose con un destello azulado y liberando a un dragón rojo con ojos de dos colores que bloqueó el ataque con su cuerpo.

-Odd-Eyes, ¿podrías quedarte con él? Quiero los dulces de esa torre- le pidió al gran dragón. Odd-Eyes asintió, embistiendo al guardián para apartarlo de la entrada.- ¡Síganme!- exclamó, tomando a Yuzu de la mano y cruzando el umbral junto a ella.