Zona 2 - El Coliseo y la Gran Escalinata

Guardián: Yusei de los Peces Gemelos

El punto de acceso a los Doce Templos de la Elíptica. Aunque el Santuario sufre un invierno polar, un campo de rosas rojas imperiales cubren toda la extensión - previniendo a cualquier ser vivo entrar o sobrevivir. El único presente es Yusei, el guardián de Piscis, quien ha evacuado a todos los aspirantes a sus cuarteles en la adyacencia de Rodorio.

Dado random de Yusei:

1- El hechicero de Hielo te susurra. Reduce en 1 tu dado Velocidad al siguiente turno.
2- La semilla del mal crece en tu pecho. Tu mente se corrompe, tu cosmos aumenta en 2 al siguiente turno.
3- Tu armadura empieza a helarse. Reduce tu Resistencia en 1 durante el siguiente turno.
4- El cosmos de Loki te juega una broma cruel. Tu mente se hunde en fantasías terribles - tu Fuerza y Resistencia se dividen en dos.

Código:

[rand]1,4[/rand]

Dado random de Lapis:

1- Eres cautivada por la belleza de las rosas rojas. Reduce en 1 tu Fuerza.
2- Sufres un acceso de debilidad corporal. Reduce en 1 tu Resistencia.
3- La nieve te embelesa. Reduce en 1 tu Velocidad.
4- El cosmos de Loki causa una aurora en el firmamento. Reduce en 1 todos tus stats.

Código:

[rand]1,4[/rand]

-No, no, debe haber alguna manera- dijo ante las últimas palabras de su maestro con lágrimas en los ojos. De nuevo lo embargaba la impotencia. -Akos- vociferó en medio del llanto, recuperando la sensibilidad en una de sus manos laceradas sólo para sentir cómo la piel se requemaba y la carne caía. Yusei presionó su mano contra el pecho, cayendo al suelo a causa del dolor. La mitad de su rostro quedó enterrada bajo la nieve.-Quema-a- pronunció a duras penas, hundiendo la mano desecha en la nieve. No entendía cómo algo tan dañado podía seguir sintiendo dolor, incluso podía moverla, como si se tratara de una maldición, algo que no podía dejar de sentir dolor sin importar lo destruido que estuviera. Se levantó como pudo, arrastrándose fuera del coliseo para ir a la escalinata que conducía a la casa de Aries. Su mano estaba severamente dañada y había perdido mucha sangre, si continuaba en el exterior le esperaba una muerte segura; a nadie le servía si moría antes de cumplir su misión. Quería que el dolor que estaba sintiendo valiera la pena, al menos para ayudar a otros.

Se sentó en la entrada del carnero y arrancó un pedazo de la camisa debajo de su armadura, usándola para cubir la carne expuesta.-Necesito subir a la casa de Piscis, uno de esos libros de herbolaria tiene una receta para curar quemaduras- pensó, intentando mantener el equilibrio. Aunque estaba sentado la tierra debajo de él daba vueltas y no podía enfocar nada en el horizonte.Estaba demasiado débil como para mantenerse de pie, pero no podía permitir que ningún extraño atravesara el camino de las doce casas. Reunió el cosmos que le quedaba para crear un segundo jardín de rosas rojas en los alrededores de la casa de Aries.-Con eso será suficiente- dijo antes de desplomarse con la mitad del cuerpo en el templo de Aries y sus piernas extendidas sobre las escaleras. -Akos, ¿qué pretendías haciendo una tontería como esta?- se preguntó en silencio, formando un ovillo en el suelo. Quería que todo eso fuera un mal sueño y despertar en su cama, aunque era dificil cuando aún podía sentir el dolor bajo la tela que envolvía su mano calcinada.

Yusei perdió de vista cuál era su objetivo por un instante.-Enemigos, detener, es cierto, estoy protegiendo este camino...- recordó a lo poco como si hubiera despertado, levantando la parte superior de su cuerpo. Al principio pensó que lo que estaba frente a él era una estatua, pero al agudizar su vista lo más que pido se encontró con un ser peculiar. Sí, un ser, ya que no sabía si lo que tenía enfrente era un humano. Ningún ser vivo podía sobrevivir a sus rosas imperiales-No hay ser viviente que pueda tolerar el veneno de estas bellas flores, así que lo preguntaré y espero que respondas con sinceridad: ¿Eres un muerto resucitado? - preguntó sin mucho entusiasmo, como si ya estuviera acostumbrado a los fantasmas. -No, no me encuentro bien- dijo, mostrándole la mano calcinada.-Quisiera cortarmela, duele como el demonio- hizo presion con el pedazo de tela, pero se dio cuenta de que no era necesario: no estaba sangrando. Tiró el trapo mugriento al suelo y tomó la mano de la mujer extraña para levantarse por completo.

-Gracias por la ayuda. No deberías estar aquí- estaba muy afligido, se podía ver en sus ojos rojos por la irritación. No estaba mirando a la mujer al rostro, su mente divagaba y su vista estaba distraída con la caída de los copos de nieve. Había derrotado a su enemigo, pero se sentía como el perdedor del día, y como recordatorio de que había sido real tenía esa mano desfigurada que parecía un esqueleto revestido con pellejo.-Ya que estás aquí, abusaré de tu amabilidad. Ayúdame a llegar al doceavo templo, no puedo dar dos pasos sin sentir que la tierra tiembla- estaba desorientado como para correr, se había arrastrado para subir las escaleras de Aries.

Estaba cansado de siempre escuchar lo mismo: "no puedo ayudarte", "tu problema no tiene ninguna solución", "aprende a vivir con eso". Era lo mismo que le habían dicho todas las personas que lo vieron en su infancia. Todos esos hombres y mujeres que Dorian había buscado arduamente, todos esos médicos, brujos, sabios, curanderos, hombres de ciencia, ninguno había sido capaz de brindarle una esperanza de la cual sostenerse. Yusei ya no estaba para escuchar esas tonterías.-¡Cierra la boca!  Encontraré el modo, no necesito de la ayuda de nadie- el Santo de Piscis cayó de rodillas y golpeó el suelo del templo del carnero, abriendo un gran cráter bajo su cuerpo, como si el puñetazo de un ser gigantesco hubiese impactado. Se levantó y tomó su distancia, parándose en la salida del templo del carnero. Su equilibrio había regresado y también un poco de sus fuerzas.

-No me importa. Mi maldición, este dolor insufrible, voy a encontrar la forma de deshacerme de esto sin necesidad de hacer un pacto con el demonio de cabello blanco- Se negaba a aceptar la ayuda de la voz en su cabeza, porque escucharla no traía nada bueno. Sus pensamientos se habían vueltos básicos y primitivos mientras el cometa Repulse se llevaba todo vestigio del invierno y convertía los acantilados cubiertos de nieve en cascadas.

-¡Mujer azul, lárgate!- La sombra de Yusei se extendió a sus espaldas mientras sus ojos brillaban con un intenso color rojo. Una mano gigante apareció en medio de un agujero negro en el techo, golpeando el espacio entre Yusei y la mujer misteriosa. Una nube de tinieblas se levantó, y cuando las sombras abandonaron la casa de Aries, el Santo de Piscis también había desaparecido.

Una estrella solitaria se dirigió a la casa de Piscis, iluminando el interior del templo con una explosión de luz desbordante al cruzar la entrada. La desesperación buscaba compañía.