Blood Moon: Gantlos vs Bakura & Yuzu

La luna roja había aparecido en el cielo, revelando todo lo que se escondía debajo del velo de la oscuridad. Los hechiceros separaron a los guerreros de los dioses enviandolos a diferentes destinos. Bakura y Yuzu llegaron a las montañas de Kaus. Se encontraban en el interior de la cueva en la que Athena había sellado los poderes de los tres grandes hechiceros que trajeron la desgracia a Kaus en el pasado. El lugar estaba vacío: había sellos de Athena rotos por la mitad y un círculo de hechizos al que le habían borrado una cuarta parte, como si esa zona abierta hubiese sido utilizado como salida por algo o alguien.

-Este lugar fue en el que Athena selló a esos tres idiotas que no fueron capaces de derrotar a un grupo de Santos Dorados debiluchos- Gantlos apareció en el entrada de la cueva. Era un hombre alto, con cabello largo y rubio. Llevaba una gabardina negra y un sombrero vaquero.

El hechicero abrió las manos, desatando un horrible sonido que acabó con el silencio de la cueva. En las palmas de las manos tenía tatuado un círculo mágico como el incompleto que adornaba el suelo de ese lugar. El interior comenzó a temblar. Lo único que necesitaban los hechiceros para finalizar su ritual era un sacrificio para la Luna Sangrienta, y no se les ocurría un mejor sacrificio que los guerreros que peleaban en nombre de los dioses del Olimpo.

La cueva irradiaba una gran cantidad de energía negativa por si sola. Ese lugar aún tenía residuos del cosmos oscuro que caracterizaba a esos brujos desagradables.-Parece que no estoy solo aquí- tres criaturas emergieron de un charco negro que se había formado en el interior del círculo del suelo. Tres fantasmas que usaban máscaras con narices largas.-Es íncreible cómo el rencor puede convertirse en una criatura con voluntad propia. Estos fantasmas son una huella de los seres que estuvieron encerrados aquí- Gantlos sonrió, ocultando los ojos bajo su sombrero. Esas criaturas nacidas del rencor se encargarían de matarlos por él.

Stats Gantlos
Fuerza: 6
Velocidad: 2
Cosmos: 4
Resistencia: 4

Su habilidad le permite reducir en 2 puntos cada ataque que le lancen.

El hechicero no vio venir el ataque de Bakura, recibiendo el fuego oscuro en uno de los costados de su cuerpo. El ataque de Bennu había dejado un agujero negro en el lugar en el que debían estar sus costillas, dejando a la vista la carne quemada. Gantlos no parecía experimentar dolor. -¿No lo han entendido todavía verdad? Estos cuerpos son algo provisional, un medio que los hechiceros utilizamos para movernos en su mundo con libertad. Las heridas no significan nada mientras tenga esto- Gantlos les mostró el medallón que colgaba sobre su pecho. Tenía la misma forma del círculo mágico con el que había invocado a los fantasmas de los tres brujos ancestrales.


-Este amuleto impide que el alma abandone este cuerpo. Mientras lo tenga no me sepraré de este cuerpo mortal aunque me corten en pedazos- el rubio estaba muy confiado como para decirles su secreto los dos. Sí, el pensamiento lógico era que, tras saber esa información intentarían quitarle el medallón para quitarle su ventaja injusta. Lo que ellos no sabían era que eso también era parte de su plan. El medallón tenía una gran carga de energía mágica: cualquiera que lo tocara directamente sentiría a la locura apoderarse de él. Los humanos normales no podían manejar artefactos como ese sin volverse locos, como ocurría con los humanos que intentaban portar las armas de los dioses. A ese tipo de basura ambiciosa nunca le esperaba un final feliz.

Gantlos se preparó para el segundo ataque, haciendo que las sombras envolvieran el cuerpo del peliblanco, formando cadenas de oscuridad con espinas afiladas que hicieron pedazos su ropa y armadura. La armadura de Bakura comenzó a teñirse de un color negro sin vida como el de la obsidiana, cayendo a pedazos como si de frágil cristal se tratase.

Envió una onda de sonido hacia la chica para que no interfiriera, provocando que su cuerpo se golpeara contra las paredes de la cueva.

El ataque dio en el blanco, pero Gantlos permanecía inmutable, todo indicaba que era incapaz de sentir dolor pese al gran daño que ocasionaron las llamas infernales en su cuerpo. Poco después el hechicero explicaría el motivo, atribuyendo tal efecto a un amuleto que llevaba consigo.

Bakura frunció el ceño en un gesto de frustración, ¿cómo iban a derrotarlo si las heridas no le afectaban? Sin embargo no tuvo tiempo de pensar en nada. Pronto las sombras se alzaron en su dirección y lo apresaron, convirtiéndose en oscuras cadenas cuyas filosas espinas perforaron la armadura. Esta de inmediato perdió su color y vida, volviéndose un pedazo de metal inservible que no resistió la presión de las cadenas y fue destruido. Las espinas desgarraron la ropa del Paladín de la Tierra, convirtiéndola en pedazos de tela que ni siquiera servían para cubrirlo, hundiéndose al mismo tiempo en su cuerpo para causar profundas heridas.

Primero el dolor lo invadió, reflejándose en la expresión de su rostro. Y pronto se sintió avergonzado al ser consciente de su humillante situación. Gantlos lo había despojado de su protección y sus ropas, quedando completamente desnudo bajo esas cadenas. En otras circunstancias no le habría molestado mucho, pero no estaba solo; ese malvado hechicero se había atrevido a humillarlo enfrente de la muchacha que además era su compañera de armas. Mirando con odio al hombre rogó que la chica no estuviera observando.

—¿Como te atreves? ¡Te haré pagar por eso! —exclamó con furia al tiempo que elevaba su cosmoenergía hasta el punto en que las cadenas fueron consumidas por el fuego negro junto a los diminutos e inútilies trozos de tela que en realidad no servían para mucho puesto que la gran mayoría de su cuerpo había quedado expuesto. Antes de que se diera cuenta Gantlos había atacado a la chica también, pero el siguiente ataque Bakura lo realizó sin pensarlo, sin considerar además lo que el hechicero había dicho anteriormente acerca del amuleto que llevaba consigo, sólo impulsado por el sentimiento de ira provocado por las acciones del enemigo— ¡Corona Blast! —lanzó una enorme bola de fuego en dirección al hechicero, con la intención de reducirlo a cenizas.

Gantlos fue consumido por las llamas de fuego negro. Lo único que quedaba de él era el medallón, el cual flotaba en un charco de un líquido negro como petróleo. Un ser de aspecto fantasmal se materializó en medio del charco. Tenía el pedallón incrustado en el centro de su pecho. El alma de Gantlos abandonó el cuerpo que había pedido prestado y que se había transformado en un desperdicio.

El ser de apariencia viscosa atacó primero a la chica, golpeando su cuerpo violentamente con uno de sus látigos. Yuzu salió volando hacia la pared, rompiendo varios muros rocosos de los caminos de túneles en el interior de la cueva. Eso era más que suficiente para poner en su lugar a esa chiquilla arrogante: tenía que entender que no era un oponente a la altura, llegando a la conclusión de que ella no sería un buen alimento para la torre oscura, contrario a lo que pensaba del guerrero del fuego negro: él poseía una chispa de vitalidad que lo atraía, estando bastante seguro de que su alma se convertiría en el combustible ideal para su arma del juicio final.

La criatura se fusionó con los espíritus de la cueva, formando a una entidad enorme que parecía un monstruo de pantano. Su cuerpo olía a carne en estado de putrefacción, olor que inundó la cueva en cuestión de minutos. Su pestilencia era lo bastante tóxica como para aturdir a Bakura y la mocosa malcriada.

Sin poder hacer nada Bakura observó como su compañera de armas salía despedida por los aires tras ser atacada por la nueva criatura que acababa de meterializarse frente a ellos. Aún cuando el cuerpo del hechicero había sido destruido por completo, el enemigo no se detenía. Eso le hizo preguntarse a Bakura contra qué estaban enfrentándose realmente.

Sin embargo eso no fue todo, pronto este se fusionó con los espíritus de la cueva para crear algo aún más imponente y desagradable que el primero, y no podía pasar por alto el hecho de que apestaba. Demasiado. Tanto que el peliblanco sintió náuceas. Retrocediendo algunos pasos Bakura llevó una mano a su rostro, intentando contener la respiración pero pronto toda la cueva fue inundada por ese desagradable hedor hasta el punto en que empezó a sentirse mareado. Aquel nuevo suceso le hizo olvidarse por un momento que estaba desnudo.

—¿Qué demonios eres? —pudo decir a duras penas y con su voz entrecortada. Frunciendo el ceño en un gesto de molestia Bakura procedió a crear una nueva esfera de llamas negras que no tardó en arrojar hacia aquella criatura. Le daba igual cual forma tomara el enemigo, estaba dispuesto a destruirlo con su fuego infernal las veces que fuera necesario.