Entre tatuajes y vendajes [Taichi] posible +18 (?)

Solo había llegado acompañado a la pequeña instancia iluminada en una sola dirección. Los instrumentos a un lado, y de fondo, varios modelos de trabajos anteriores. EL espejo cercano al sillón le traía recuerdos. Afuera, un simple cartel señalaba la ubicación del estudio de tatuajes, escondido en la parte subterránea de la edificación.

-Sigo diciendo, tu pieza es única, Koizumi – Dijo un hombre joven, de aspecto asiático, trabajado, con su piel tostada casi cubierta entera entre varios tonos de tinta –Aunque si solo es retoque ¿No puedes hacerlo allá donde vives ahora? Mira que tomar un avión desde el otro lado del mundo no es barato. Te lo digo yo, que me la paso viajando por medio Europa tatuando. Je, casi no me encuentras –Dijo colocándose unos guantes quirúrgicos y preparando varios instrumentos metálicos pequeños, recién sacados de sus empaques. –Estaré en Amsterdam el próximo mes, hubieses esperado un poco más, y no gastabas tanto.

-No confío en las manos de otros, además es tu pieza, mi pieza, Así que vendré mientras mi presupuesto de para ello –dijo un rubio de piel clara mientras se sacaba la camiseta verde oscuro que llevaba puesta. Se tumbó sobre el sillón y la pistola de tatuaje comenzó a emitir su ruido característico.  

-Vienes porque no te cuesta estar en mis manos –El frío del desinfectante erizaba la piel del rubio. Y la piel comenzaba a recibir puntadas una vez más. –Sigues siendo un lobo solitario…  Pensé que traerías a alguien contigo, ahora que la pasas más en ¿Grecia? – Decía Kenji, mientras seguía en lo suyo, preguntaba para llenar el ambiente con algo más que no fuera el ruido de su preciosa máquina –Como la chica que trajiste la primera vez… ¿Magarith?

-Megare –Fue todo lo que respondió. –No la he visto en mucho tiempo tampoco.

-¿Aun sientes algo por ella?

-Solo es mi mejor amiga

-¿Yo estoy pintado en la pared?

-Eres mi tatuador, y amigo. Compañero en obras, si quieres.

-¿Al fin me dejarás fotografiar mi obra para mi portafolio?

-Quizá…

-Sabes que eso no te estoy preguntando.

-…Hay alguien… -dijo al cabo de un rato.

-¿Lo conozco yo?

-He hablado sobre  ese alguien la última vez que nos vimos…-

-Koizumi Yamato, eso fue hace como 6 meses –

-Sigue teniendo repercusión –

-Te digo, tienes algo con la gente de piel unos tonos más oscuros que la tuya-

-Pues…

-Ya terminamos –

Solo pudo ver en el reflejo, unas cuantas gotas de tinta negra que habían quedado encima de su espalda, parte de su piel enrojecida, pero su lobo tribal brillaba en total esplendor, rejuvenecido  casi, con esa tinta negra que contrastaba su pálida piel. –Falta el vendaje –Le recordó, Yamato.

-Ya va niño, justo hoy que la tienda está cerrada. Casi pareces haberme llamado para esto ni bien bajaste del avión –El de ojos verdes no respondió, solo se limitó a voltear el rostro como niño regañado, pues había hecho exactamente eso. -¿De qué huyes esta vez?

-De alguien-

-Vamos Koizumi… Ni que el alguien que te guste ahora te venga a buscar a Japón si está en Grecia, a menos que sea rico, o que tenga la velocidad de la luz o superpoderes o algo así.-A veces odiaba cuando Aluky Kenji podía acertar con las cosas solo bromeando. Su celular había estado vibrando en sus pantalones, pero el no le había hecho el más minimo caso. Hasta que  el hombre tatuado  de ambos brazos tomó el suyo, para revisar una notificación –Cierto, me voy para Sapporo en unas horas. Eso de viajar a un lado para el otro no deja tiempo.

-Por eso el estudio no ha cambiado mucho. –

-Por eso no he podido cambiar nada del mismo original- Dijo Kenji dejando que Yamato terminara de arreglarse para salir. -¿Te quedarás? Podrías ir a darle una vuelta a tus instrumentos en casa de tu padre.

-¿Haz pasado por ahí? –

-No, pero uno de mis chicos sí, parece como si nadie viviese allí-

-No creo te alejes de lo cierto. Buen viaje-Y Kenji en un asentamiento de cabeza se marchó en dirección opuesta.

Yamato quería haberle pedido posada, pero si traía el tema a colación de la vivienda de su padre era porque era su forma sutil de decirle que su cuarto estaba ocupado, o que tendría una chica o un chico que le esperase para compartir su lecho.
SU teléfono volvió a vibrar otra vez, revisó y la foto de Taichi brillaba, anunciando una llamada por WeChat, el haberse criado en Japón, le hacía tener algunas redes sociales que no se usaban en occidente, y con Taichi era de los pocos –eso incluye a uno que otro cupido – con el que se podía comunicar mediante la misma –aprovechando de las redes de wifi gratuitas de la zona.

Ya había hecho esperar mucho, quizá si tenía algo que decirle… Deslizó su dedo en la pantalla para contestar-

-¿Tai?

La práctica del equipo de fútbol había terminado, y mientras los chicos regresaban a los vestidores, el moreno intentó contactar nuevamente con Yamato, sin éxito. Probaría hacerlo de nuevo más tarde.

Afrodita tampoco lo había llamado, por lo que asumía que ningún peligro se encontraba en el horizonte. Intentaba balancear su vida personal junto con las responsabilidades de ser un caballero de la diosa del amor, aunque, en el caso de Taichi, él estaba más entusiasmado por los poderes que le daba su posición como guerrero. Ser un guardián y portar uno de los emblemas traía grandes beneficios: disfrutaba de su poder de empatía, el cual se había desarrollado a niveles impresionantes, siendo capaz de entender las emociones de alguien sin precisar tocarlo como lo hacía durante los primeros meses bajo el servicio de Afrodita. Otro de sus talentos era poder convencer a cualquier persona de lo que él quisiera utilizando su voz. Sacaba el máximo partido de esa habilidad haciendo que su novia o sus compañeros heterosexuales sintieran el deseo de cumplir todos sus caprichos. Si las paredes del vestuario de chicos pudieran hablar, contarían historias muy interesantes en las que el moreno era el protagonista.

Se encontraba en los vestidores, quitándose la ropa mientras recordaba lo mucho que extrañaba su vida. Durante los primeros meses, mientras recibía su entrenamiento para convertirse en un conquer, se le mantuvo recluido en el Olimpo, pero recientemente la diosa del amor les había dado permiso de volver a la tierra. Y Yamato usaba ese permiso especial para escabullirse.

Se quitó la camisa y volvió a hacer la llamada, escuchando la voz del rubio a través del aparato. Sonrió.

–¿Dónde te habías metido, cariño? Corriste tan rápido en la mañana que ni siquiera pude darte un beso de despedida –comentó el moreno mientras se dirigía a la ducha. Realizó un círculo de invocación en el aire, del cual emergió una de esas pequeñas criaturas con alas que abundaban en los jardines de Afrodita. Los animales hada que se la pasaban revoloteando por ahí. Recientemente Taichi había descubierto que los conquers también tenían control sobre ellos, y disfrutaba de usarlos para realizar tareas simples. El pequeño hamster color rosa con alas sostuvo el teléfono mientras el castaño se despojaba de su ropa y se metía bajo el chorro de agua.

–¿Qué estás haciendo? Si no te conociera diría que estás evitándome  –dijo el moreno con tranquilidad, cuando era obvio lo que el rubio había estado haciendo al ignorar todas las llamadas anteriores.

Taichi sabía cómo llamar la atención de Yamato.

En algún momento descubriría si el tomarse demasiadas selfies o usar a los pobres hamsters alados que estaban al servicio de Afrodita -y por ende de ellos- había hecho mejorar los puntos focales de la imagen.

O la resolución del teléfono.

O las entradas de las caderas de Tai.

El cómo las gotas caían por su torso y espalda desnuda.

La piel oscura que parecía brillar con el agua.

O simplemente porque era Taichi, por quien secretamente tenía en proceso más de un par de canciones y unas 4 melodías.

“Esa piel tostada
Que las gotas bañan
Quiero que sean mis manos
Y mis labios
La que la recorren
Salvajemente”

-Pues es difícil cuando te quedas dormido como un oso perezoso. En serio, desengancharme de tí esta mañana fue toda una odisea -Y el evadirle en cuanto pudiese también -Necesitaba retocar la obra de Kenji así que estoy varado en Japón esta noche.

Prefiendo él sujetar su teléfono -para no explicar luego cómo es que una criaturilla tenia alas, era adorable y cargaba un móvil consigo- se pasó el cabello con la mano desocupada en un gesto de frustración contenida -No me quiso dar espacio en su departamento , me ha cambiado por alguien más hoy… Y aun quiere que le deje fotografiar su obra... ¿Puedes creer su osadía? –

Osadía suya y de sus ojos, porque no podía despegarlos de la pantalla.

Taichi lo sabía, podía decir o pedir muchas cosas y en ese momento, Yamato haría todo lo posible por cumplir.

Pero había ocasiones, en las que Yamato podía pedir algo inconscientemente y la gente tendía a cumplírselo

Ya estaba en una estación de metro cercano al estudio de tatuajes y de las 4 líneas que pasaban por ahí, una de ellas pasaba por la casa que su padre había comprado poco después de haber llegado a Japón.

No quería ver a su padre, a duras penas y sabía que seguía vivo y trabajando por los comentarios de Kenji y sus trabajos colaborativos en los que le daban crédito en el ámbito periodístico.

Desde que se fue a Grecia…

No, desde mucho antes…

Desde que coincidieron y vieron en que su cabello no iba a tornarse oscuro, y que la mayoría de sus facciones se parecieran cada vez más a las de su caucásica y fallecida madre.

-Podrías encontrarme cerca de la casa de mi padre, quiero llevarme a Grecia un par de instrumentos que tengo allá.- Daba gracias a la excelente señal de wifi gratuito, aunque la cancioncita que resonaba dentro de la estación ya le iba a colmar la cabeza –…Necesito que vengas.

¿Qué tan mal se estaba poniendo anímicamente como para pedirle a Taichi, a quien llevaba evadiendo unos cuantos días –sin contar los ratos en los que Taichi buscaba enredarles en la sábanas de sus cuartos en el Olimpo-?

Pues, bastante, sus ojos brillaron al escuchar la respuesta del moreno, leyendo bien el nombre de la línea del tren al que subía.

Señalando un punto en el mapa y aplastando la opción de “enviar”, Yamato se aseguraba de que Taichi no se perdiera por media ciudad intentando recordar donde vivía.

Caminando las calles tranquilas, justo a esas mismas horas. Le traía nostalgia, pues solo para volver al pasado le bastaba cambiar su ropa y llevar una guitarra a su espalda, el maletín en una mano y una armónica en el bolsillo.

La casa, bastante amplia primera vista, seguía irguiéndose solitaria, sin mayores luces más que las que señalaban el buzón y el nombre de familia. Por lo demás, seguía a oscuras, persianas y cortinas cerradas, sin plantas o mascotas como en las casas vecinas, pues, siendo sinceros ¿Quién cuidaría de ellas si él no pasaba más tiempo allí.

Y por la cantidad de correo acumulado, su padre no se había pasado por lo menos unos tres días a una semana.

Mejor no tocar eso, no quería dejar mayor evidencia de su paso por aquel sitio.

Abrió la reja, y buscó por dentro de un adorno colgante la llave de emergencia, abrió la puerta y esta vez sí fue como retroceder en el tiempo, los muebles en el mismo sitio, junto con el librero y la zapatera detrás de la puerta. Se adentró un poco más, para darle un vistazo a la sala, cada foto seguía igual, varias fotos de su madre, y de él cuando era un infante. Un par más de su madre embarazada, y su padre sin una cara tan avinagrada.

Extrañaba su infancia en Francia.

Pero serían momentos que jamás se repetirían.

Mejor era revisar la refrigeradora y ver que hubiese algo para comer.

Abriendo la puerta se sorprendió no econtrarse con algun olor nauseabundo, su padre no era conocido por ser alguien que se defendiera en la cocina, y el rubio aprendió a cocinar "en defensa propia"

Iba terminado de servir otro pedazo de jamón -aun en buen estado- cuando el sonido de la puerta se escuchó, unos pasos muy conocidos para él. -¿Quieres sánduche o para el camino? -creyendo que el castaño cruzaba el umbral.

Yamato iba a responder apenas escuchó a Taichi, pero este fue más rápido y ya se encontraba sujetándole por la espalda, pasando sus labios por el cuello del conquer rubio.

El sánduche que tenía en la mano parecía papel cuando lo arrugaban, milagrosamente. La piel del hombro le escocía, pero prefería la cercanía y el asalto del castaño a que tener que hablar. No es que no sabría qué decir, sino como saldrían esas palabras en caso de que eso no terminara en otro encuentro de cama.

Tendría que dejarlo ser. No es como si Taichi se fuese a interesar ahora por él realmente, más allá de una amistad o un revolcón. Solo tenía que dejarlo seguir, tomar sus instrumentos y dejar esa casa antes de que los recuerdos o su padre llegaran a su prescencia.  

-¿Por qué huyes de mí? ¿Me tienes miedo? Yo sé que hay algo mal y que te estás apartando –Le tomó al rubio procesar la frase y la falta de las manos de Taichi sobre sí.

Solo pudo maldecir por lo bajo.

Y pateartse mentalmente por estar como un muñeco quieto que en al menos responder al  interés.

-En serio, me estás preocupando. Antes no tenía que rogarte atención, y eso no me agrada – Su tono frustrado, dejando atrás todo rastro juguetón como si fuese un niño berrinchudo fue suficiente para espabilarle, eso y el dolor punzante de los retoques del tatuaje.

-Entre amigos no hay que mendigar atención, querido – Las palabras se sentían ácidas, irónicas. Pues usualmente él, poco después de que el conquer de fuego tuviese una idea de sus sentimientos por él tenía ,que ser él, el que usualmente mendigara por la atención de Tai.

Debía que tener cuidado, sentía que iba a explotar emocionalmente en cualquier momento. Solo se acercó lo suficiente, para rozar su nariz con la de Tai, el sanduche caído y deshecho en el suelo como el autocontrol de Yamato, entre las piernas del nipón de piel tostada que estaba sentado en el sofá .

–¿Qué más podría querer de ti, mi amigo?  -Sus manos sujetaron el rostro de Taí, llevándoles a un fogoso beso, intentando que su propia frustración se mantuviese a raya, solo no quería hablar, solo necesitaba sentir a Tai, callar las preguntas del moreno, hacerle olvidar las mismas y remarcarse a sí mismo que no iba a tener nada más que algo cercano a la amistad o unos cuantos revolcones.

Sus manos iban descendiendo, por el cuello, por los hombros, y luego un peñizco en el hombro para Taichi, irrumpiendo todo lo anterior- Solo que me ayudes a sacar mis instrumentos de este lugar –Su voz sonaba ronca, incitante, pero aun parecía haber ese tono de acidez.

Siempre huyendo de lo que sentía, de Tai, de dar alguna explicación, de su padre…

De sus propias emociones.

Quería decirle que no le parecía su relación con Meiko, de hecho la chica le daba pena por como Tai llebava su relación con ella. Y se sentía culpable también por estar acostandose con su novio cada tanto. Queria decirle a Taichi que no abusara de sus privilegios como conquer, que no se llevara a cuanto hombre viese y luego negase cualquier trato con ellos.

¿Y si la próxima vez era a  él que lo bloqueara  o no le volviese a llamar, así sea para verle a un partido de fútbol?

-Vamos –Se incorporó , no viendo hacia atrás, la reacción de Tai, y solo acercándose a la puerta de la que fue su habitación mientras vivía allí. Esperaba que al menos su bajo, y guitarra eléctrica siguieran allí.

Lo que no se dio cuenta era de que el pequeño Butsudan al final del pasillo tenía una foto rasgada y varias botellas, si bien de pie, en un numero indecoroso y vacías, demostrando que no era una ofrenda.

-No es que no sienta nada por tí, eso es solo la punta del Iceberg, Taichi -Dijo desde su habitación, estancia que ya no sentía suya.

Quizá fuera la falta de posters, un estante y escritorios casi vacíos, paredes desnudas, un par de cajas, una guitarra con pedestal, un forro duro roto, una cama y un gran armario. Decía mucho y decía poco de la vida de Yamato realmente.

Escuchó como el otro Conquer contestaba la llamada, sentía dolor ajeno, vergüenza de ser parte de ese entretejido de mentiras -Todo esta mal Taichi-

Es lo que pudo decir, que no sabía si el castaño escuchó o no, por seguir tejiendo aquella red. Escucharle llamarle amigo era como cuando las uñas rasgan una pizarra, solo para romper la armonía de todo lo que es...

O lo que debía ser.

Y decirle él mismo, Koizumi Yamato a Taichi Yagami que era solo un amigo era menos doloroso -No por ello no dejaba de sentir algo raro en la boca al hacerlo-.

Amigos

Era de amigos ayudar a ver sus propios errores, antes de que le revienten en la cara.

-He salido con mujeres antes Taichi, tienen un sexto sentido desarrollado, el detalle es que no les mientas -Dijo mientras Taichi se iba despidiendo de la pobre de Meiko, le lanzó el forro de guitarra que había cerca del armario -Creo que en esa están las fotos de mi ex-novias, si no hay foto hay cartas o acordes -Si, tenía algo de las 6 chicas con las que había salido alguna vez, que al menos les había confesado su cariño o admiración hacia a él... Taichi debía pensar que era un caso perdido. -No las dañes, me las llevo de aquí.

Pero al abrir la puerta del armario, los cientos de pinchazos de  la aguja para la tinta, no eran nada comparado a lo que Taichi pregonaba. No sabía que le molestaba más, si las palabras que decía el conquer de fuego, o porqué las decía con molestia, como si la chica no valiera nada... Como si el amor no valiese  mayor cosa.

Era por eso que quería alejarse de Tai, no veía a la persona de la que se había enamorado, por la que se había hecho muchas ilusiones que sabía que no podían darse por su sexo y orientación.

Era porque en la persona que veía en ese momento, no quedaba mayor seña de su amigo.

O quizá solo estaba recibiendo un duro golpe de desilusión, estaba conociendo al verdadero Taichi y no le gustaba nada que fuera en contra de sus expectativas, del daño que podía llegar a hacerle como a la pobre muchacha de cabellos negros  

-¡Te estás acostando con alguien más sin el consentimiento de tu pareja! Maldita sea Taichi ¡Eso es engaño! así seas hetero, gay, asíatico, cuacásico, presidente, rey o un dios ¡Es Traición! -Golpea la puerta con fuerza importándole poco el ruido que estaba haciendo, si alertaba a los vecinos. La venda estaba empapándose más de la tinta negra que llegaba a parecer una gran mancha o herida en el hombro espalda de Yamato .

- Así ames o no a Meiko, termina con ella, no merece la relación de mierda que te ensañas a tener con ella. Solo le vas a traer más problemas con otras parejas o revolcones tuyos ¿Te has preguntado por qué no hay mujeres en las filas de la señora Afrodita? -Yamato bajaba el volumen de la voz, sentía un nudo en la garganta, la ira seguía allí. Su maestro se lo había dejado en claro, que el como su maestro, tuvo demasiada suerte, más bien su esposa tuvo demasiada suerte.

-Más allá de nuestros votos con Afrodita, la engañas y manipulas -Me engaño a mí mismo y me manipulas - para saciar tu propio ego y reglas absurdas -Porque sé que me lo harías también - Odio eso, detesto esto. Odio sentirme idiota, culpable e hipócrita, detesto en lo que se está tornando todo esto...