Paz Nocturna ▬ Tsukiya

La mujer apoyo un mano en en el frío césped verde haciendo contraste fácilmente con su figura negra. Llevaba un tiempo en aquel río, apreciando el silencio que le regalaba y es que dudaba, que alguien andase por aquellas horas en aquel lugar, el cielo nocturno combinaba a la perfección con las luciérnagas, eran como puntos dorados que iluminaban aquella soledad nocturna, queriendo animar el paisaje, dedicando una sensación de calidez a la Aries.

Apoyo su cabeza contra el frió material de la caja dorada que se encontraba detrás suyo, su rostro, que lastimosamente no se encontraba en buena situación, entre sus mejillas y nariz yacían diferentes tipos de curitas, nuevamente había intentando llevar su entrenamiento, en alguna otra parte hasta el extremo, todavía le sorprendía como su cuerpo era capaz de aguantar eso sin desmayarse contra su voluntad.

Se suponía que no debía dudar de las guerras ya que ella participaría en algún momento, pero no podía evitar recordar como había llegado a aquel puesto, sin tener ninguna razón en especifico para entrenar, antes que se diese cuenta ya contaba con la armadura entre sus manos.  Algo extraño rondaba en el aire y se hacia notar cada vez que ponía un pie delante del otro, su elemento era oscuridad después de todo. Recuperando su respiración agitada y lanzo un gruñido al aire a pleno pulmón, pese a que este no fue considerado muy alto por el timbre bajo de su voz.

Volviendo a su labor, bajo la mirada hacia el libro que contenía en su otra mano, leyendo un par de letras, cerrándolo de golpe causando un estremecimiento entre sus manos por parte del libro. A causa de su pequeño tamaño lo metió en el bolsillo de su pantalón trasero para después tomar la caja dorada como si fuera un juguete, al llegar a destino que no quedaba muy lejos de donde anteriormente estaba. El agua se extendía delante de ella, dejando la caja en el suelo, se inclino hacia adelante para meter las manos dentro de esta y refrescar su rostro.

El Santo de Pegaso había llegado al Río Styx, la base de los Saints de Athena en ciudad Kaus, aunque le habían dicho que su estancia en él era temporal. Lo necesitaban cerca de Kaus, por lo que en tres días iban a ubicarlo en un departamento con otro Bronze Saint. Mientras tanto decidió aprovechar el tiempo libre. Como no estaba en Grecia y la única misión que le había dado el Patriarca era conocer la ciudad, el joven se había tomado la libertad de planear todo un recorrido por Kaus que comenzaría a primera hora de la mañana.

Salió para estirar los músculos, vistiendo una camisa blanca y unos pantalones azul oscuro. Los alrededores del Río Styx eran tranquilos, pero el Santo de pegaso sabía que esa tranquilidad se terminaría en cuestión de tiempo; otros caballeros llegarían pronto a Styx. Lo único que esperaba de verdad era dejar atrás a los aprendices celosos que seguían esparciendo rumores sobre su victoria en el coliseo: algunos decían que era un fraude, otros que el patriarca perdió la cabeza por ascenderlo, y había personas que lo miraban con incredulidad al no creer que él era el siguiente pegaso.

Se sentó en el puente de madera, meciendo sus piernas como un niño inquieto mientras se sujetaba de las cuerdas con los brazos. Las luciérnagas del Río Styx tenían algo diferente a las que se veían en el santuario: casi parecían hadas debido a su color verde azulado.

Escuchó un sonido que provenía de la orilla. Todo el tiempo pensó que se encontraba solo, pero había otro Santo acompañándolo. Dio un salto para aparecer al lado de la caja de Pandora. Se dio cuenta de que era una armadura dorada. El chico que estaba de cuclillas frente al agua no tenía el aspecto de ser un guerrero dorado, aunque él no era nadie para juzgar a alguien por su apariencia.

-¿Todavía hay Santos que portan sus armaduras en cajas de Pandora?- Preguntó el joven, mostrándole al otro chico la pequeña medalla con el símbolo de Pegaso que colgaba de su cuello y que era usada por el Santo para invocar su armadura.-Así no llamo la atención cargando una caja de metal en la espalda- Le dijo al pelinegro. -¿Cómo te llamas? Eres el primer caballero dorado que conozco. Parece que todos son hombres muy importantes- le dijo, mostrando una sonrisa amigable. Sólo había visto caballeros dorados de lejos. Todos ellos lucían imponentes con sus armaduras doradas, pero nunca había entablado conversación con alguno.

Si no hubiese sido por su control de emociones su rostro sería todo un poema. Espera, había jurado estar sola hace unos momentos, bueno, como este lugar pertenecía a uno de los territorios de Athena no pudo evitar relajar y bajar un poco la guardia, la de Aries estaba al tanto que eso no era ningún pecado ¿Cierto? Esbozando una pequeña sonrisa, casi invisible cuando el hombre delataba claramente que, nuevamente alguien creía que era hombre y siendo sincera, tampoco es como si le importase, ya que Shiki no era de las mujeres que se preocupasen demasiado por su apariencia.

Enderezando su cuerpo, manteniendo aquella compostura sería y rígida que la caracterizaba contrastando fácilmente con la suavidad de las facciones de su rostro que se unían formando una expresión neutra. Lo dejo hablar, mirando la medalla que colgaba en su cuello. ¿Con que Pegaso eh? Negando con la cabeza, se cruzo de brazos mientras echaba una mirada a su propia caja. Nunca le había traído problemas, aunque tal vez se debía por que no se movía demasiado entre la sociedad. — No me muevo entre las personas así que no llamo demasiado la atención. — Su timbre de voz delataba fácilmente que no era un hombre, ya que era un poco mas suave. Deshaciendo sus brazos cruzados, estiro su mano hacia el Santo. — Shiki —

Al escuchar lo de hombres importantes, no pudo evitar soltar una pequeña risa aun así manteniendo un poco su seriedad. — Soy mujer. — Suspiro, negando con la cabeza. — No somos tan importantes. — Se encogió de hombros siendo sincera, pese a su rango seguía siendo un simple ser vivo como los demás. Bajo su mano, mientras la dejaba caer al lado de su cuerpo esperando ver su reacción después de la revelación de su sexo, curiosamente aquellas situaciones siempre le parecían graciosas. Relajo su cuerpo, no llevaba mas que puesta una camisa negra y pantalones negros junto a zapatos blancos, estando en su mundo se quito el polvo de la camisa.

Para Tsukiya los caballeros dorados eran como las superestrellas del Santuario. Todos los adoraban, los trataban con respeto, les daban el mejor de los tratos. Él deseaba eso cuando peleó por conseguir su armadura, ser tratado en calidad de guerrero de Athena. Lo único que había conseguido era desprecio. Cuando se presentó notó que su voz era muy aguda para un chico, pero no le dio importancia.-Yo soy Tsukiya-Respondió. Estaba a punto de bombardear al pelinegro con muchas preguntas sobre qué se sentía ser un santo dorado cuando éste lo sacó de su burbuja anunciando que en realidad era una chica.

¿Era una chica? ¿En serio? Había conocido hombres con características femeninas en el Santuario, pensando que se trataba de uno más de esos niños con facciones delicadas. –Oh, disculpa. ¡Eres una mujer santo! Lo siento, y-yo no quise…- El muchacho se cubrió el rostro, bastante avergonzado. No hablaba mucho con las mujeres guerreras del santuario, pero había escuchado una vez que ellas consideraban como la peor de las ofensas ser vistas sin sus mascaras. Era incluso peor que verlas desnudas.

El joven se mantuvo de espaldas. -¿Por qué no usas una mascara? Creí que era obligatoria para todos los Santos femeninos- Tsukiya no sabía que existían Santos femeninos que optaban por no seguir con esa tradición. Intentó distanciarse del tema de la mascara, regresando al tema de los santos dorados.-Debe ser lindo ser un Santo de oro. En el Santuario hablan muy bien de ustedes. Muchos aprendices desean convertirse en alumnos de un Santo de Oro- Pegaso observó a una luciérnaga que posaba sobre su dedo índice.-Me pregunto si la gente me trataría mejor si brillara como un caballero dorado- Dijo en voz más baja. Lo había dicho sin pensar.

No pudo evitar reírse cubriendo su boca, en su vida nunca se vio con la necesidad de utilizar aquellas famosas mascaras, tenia varias opiniones sobre estas pero prefirió callárselas, no era el momento perfecto para soltar su lengua afilada al muchacho llamado Tsukiya, tenia razón, fue divertido. Dejando de reírse, lo tomo del hombro, aplicando un poco de fuerza pero la necesaria para hacer que girase, mirándolo directamente a los ojos. — No te preocupes, siendo sincera no me agradan las mascaras así que no las utilizo. — Ella no veía nada malo en mostrar su rostro tal como es, después de todo si la utilizara seguiría siendo una mujer pese a que intentase ocultarlo.

Ahora, su semblante repentinamente cambio, mirándolo de manera fría, pese que algo le gritaba que no se relacionase demasiado con el sujeto, no podía evitarlo, le recordaba demasiado a sus hermanos menores, que por cierto, no sabía que paso con ellos después que su hogar se convertirse en el manjar de las llamas. Retirando su mano del hombro ajeno, se perdió unos momentos en sus pensamientos y como de costumbre, ignoro a su vocecita interior. — Veamos cuando duran diciendo eso. — Estiro su mano, atrapando una luciérnaga, para depositarla sobre la nariz del hombre. — ¿Estas dispuesto a convertirte en uno, pese a que puedas ganarte enemigos y quedarte solo? —

Sabía de lo que preguntaba, Shiki había tenido que estar durante todo el entrenamiento valiéndose por si misma, ante la carencia de sus padres a sus doce años de edad y teniendo que recoger cada lagrima por ella misma, sumándole aquella ocasión donde desapareció, invadiéndole la oscuridad. Volvió a atrapar la luciérnaga que yacía sobre la nariz ajena, estirando sus manos la dejo volver junto a sus demás amigos. — Por cierto. — Su mirada se suavizo, mostrando su neutra expresión de siempre. — ¿Que haces aquí solo? —

Al principio se sintió extraño al notar el cambio en la expresión de Shiki. Quizá algo de lo que dijo la había hecho molestar o recordar algo malo. No dejaba de tropezar una y otra vez con la conversación. –Créeme, estoy dispuesto a eso y más- Comentó el Santo de Pegaso, dándose un golpecito en el pecho como un hombre que estaba determinado a cumplir con su objetivo. Quería conseguir una reputación admirable para que nadie se atreviera a molestarlo de nuevo.

-Mi vida estuvo consagrada a Athena desde un principio. Los sentimientos de lealtad no han cambiado, pero francamente estoy harto por la forma en la que todos me tratan en el santuario. Siguen esparciendo esos rumores hirientes sobre que el Patriarca se ablandó al darme la armadura de Pegaso a mí. Nadie cree que soy lo suficientemente bueno como para llenar los zapatos del santo legendario de pegaso- Dijo el joven, un poco molesto. Recordar los malos tratos que recibía en el santuario lo ponía de malhumor siempre.

Intentó tranquilizarse, respondiendo a la pregunta que hacía el santo femenino de Aries. El chico no supo qué responder hasta que notó que todavía llevaba el mapa de ciudad Kaus, estaba asomándose de su bolsillo, como pidiendo ser mostrado. Extendió el mapa turístico y se lo mostró a Shiki, depositándolo en sus manos.-No conozco otra ciudad además de Atenas y las que he visto de reojo en las misiones. Es la primera vez que puedo ver todo lo que hay ya que el Patriarca me permitió residir en Kaus- Dijo, bastante emocionado. Sabía que tal vez para Aries aquello sonaba como el capricho de un niño pequeño, pero no podía evitar sentirse así.

Escucho atentamente cada palabra de Tsukiya, pese a que siempre era de las personas que no se metían donde no las llamaba, eso no significase que no era una buena escuchadora pero, aquella vez, la Muviana no haría ningún comentario. Simplemente asintió, para apoyar un dedo sobre la nariz ajena donde anteriormente estaba la luciérnaga.  — Me recuerdas a mi misma cuando era pequeña. — Suspiro, para después soltar una pequeña sonrisa cálida. Retirando su mano de la nariz ajena, le recorrió el rostro hasta llegar a su mejilla. — Bien, ahora tal vez les puedes echar en cara que conociste al caballero de Aries. —

Quito con rapidez su mano, tal vez pensando que lo había incomodado de alguna manera, pero simplemente no podía evitar suprimir su parte materna. Alzo una ceja al ver como el hombre mostraba el mapa, tomándolo entre sus manos, pese a saber como reparar armaduras no podía evitar ser un desastre con las manos, curiosamente sabía como tratar las cosas pesadas pero con objetos cotidianos ... Una vez por accidente, había roto una pala con solo colocar su dedo indice en este, en fin, su naturaleza era ser contradictoria.

Bien, temiendo por el estado del mapa se lo devolvió al sujeto de Pegaso antes de asegurarse que no lo hubiese roto con su simple tacto. — Eso me recuerda que yo tampoco conozco la ciudad. — Se tomo del mentón, mirando a su alrededor. Por alguna razón, un impulso causo que no quisiera dejar solo al Santo de Bronce, nuevamente estamos hablado de su lado maternal. — ¿El Patriarca, te mando, solo  a  Kaus? — Por alguna razón no pudo evitar sentir una mala sensación en su paladar, recordando los tiempos del tal famoso Pegaso que menciono el Tsukiya. Pese que mantenía sus respetos al Patriarca, la presencia en si la ponía nerviosa.

-Seguro…- Pronunció despacio, sujetando el mapa y regresándolo a su bolsillo. No sabía qué decir desde que la chica dijo que él le recordaba a sí misma cuando era pequeña. ¿Le había dicho pequeño? Pero si era más alto que ella. Sólo podía imaginar que se estuviera refiriendo a la edad. A pesar de que la mujer era baja de estatura, por su complexión podía determinar e inflexiones al hablar fácilmente que era ligeramente mayor que él.

Estaba por proponerle conocer la ciudad juntos, pero pensó que sería demasiado el atrevimiento. Apenas se conocían y ella era un Santo dorado. Seguramente tenían obligaciones que superaban en creces los deberes que tenía un caballero menor como él. –Sí, él me pidió que viniera aquí con otros santos de Bronce. No tengo muy clara la misión ya que el Patriarca no nos dios detalles. Dijo que tendríamos más información a su debido tiempo. Por el momento nuestro único objetivo es mezclarnos con la gente y estar preparados para lo que venga- Dijo, haciendo un resumen de las cosas que había dicho el viejo. –Sin embargo estoy bien solo. Toda la vida he estado solo. Sintiéndome solo- dijo para concluir.

El joven colocó sus manos detrás de la cabeza y comenzó a caminar en dirección al árbol gigantesco que estaba conectado con el puente que cruzaba el río, el cual servía como entrada a la base escondida de los caballeros.-¿Vienes? Está comenzando a hacer un poco de frío afuera- Dijo mientras atravesaba el portal escondido, desapareciendo en medio de ondulaciones, como si alguien hubiese arrojado una pequeña roca en la corteza del árbol, produciendo ondas como en un charco.

Shiki lo siguió, con la caja entre sus manos, aunque se detuvo un par de pasos observando como atravesaba aquel portal, mirando las ondulaciones por unos momentos, no era la primera vez que veía uno así pero por alguna razón le producían una extraña sensación. Llenando su aire de pulmones, siguió el mismo camino que el caballero de Pegaso, no comprendía por que le decía todo aquello. Aunque tal vez se debía respecto a su personalidad reservada.

Shiki, le echo una ojeada de los pies a la cabeza, ¿Cuantos años de diferencia tendrían? — 20 años ¿Y tu? — Mientras esperaba su respuesta, se atrevió a preguntar, después de todo no veía ningún problema ¿Cierto? — Entonces, ¿Cuando conozcas la ciudad me la enseñas algún día? — Se le estaban acabando los temas de conversación, mirando a su alrededor aun con las cajas en la mano, sus pocas habilidades sociales ásperas le estaban causando problemas. Dejando la caja de pandora en el suelo, metió una de sus manos dentro de su pelo, intentando dar algo de ordenes a su cabello desordenando. — Realmente debería cortarlo. —

Aparto su mano de su flequillo, lo cortaría ella misma pero con su poca suerte con las tijeras pero aquello le atribuía mas problemas. Eso le recordó la primera vez que intento cortarse ella misma el pelo, casi se lo rapo.

Ya en el interior el Santo de Pegaso respondió la primera pregunta de Aries.-Tengo 17 años. ¿No se me notan?- Preguntó un poco preocupado por el tema. No había que ser genio para saber que Tsukiya se sentía incomodo respecto a la edad que representaba, ya que aunque tenía una buena estatura la gente solía pensar que seguía en sus dieciséis años por su cara.

Tsukiya se sentó sobre el suelo de roca con la piernas cruzada. El interior parecía un templo griego que estaba completamente a oscuras, con excepción de algunas antorchas que arrojaban algo de luz. –Me gusta que estés conmigo. No quería entrar de nuevo a este templo tétrico- Reconoció Tsukiya. Aunque era un lugar protegido por el cosmos de Athena eso no le quitaba que se sentía solitario y lúgubre.

-¡Claro! Sólo dame tiempo para buscar un buen lugar, para que valga la pena- Respondió Pegaso, bastante feliz porque Aries quería pasar tiempo con él. Era divertido pensar que le había caído bien a un Santo de Oro.

-Deberías acompañarme mañana entonces. Podemos buscar una peluquería- Ofreció el santo. –Olvídalo, es una mala idea- Reconsideró, acariciándose la barbilla- Probablemente vamos a perdernos- Comentó, riéndose porque era capaz de perderse incluso con un mapa detallado de Kaus como el que tenía en su bolsillo. Era pésimo ubicando calles debido a que nunca había vivido en una ciudad.

-Pero qué rayos, sería divertido perderse en Kaus- Reconoció finalmente, dejándose caer de espaldas sobre el suelo con una sonrisa de oreja a oreja. Seguía en las nubes porque el Patriarca lo había dejado vivir en la ciudad.-Sigo sin creer que es verdad. Pronto estaré recorriendo las calles de Kaus, conociendo la ciudad, como un chico normal- volvió la vista a Shiki de Aries, mostrando un leve sonrojo. Todo aquello debía parecerle infantil.