Dark Paradise - Persefone vs Mavros & Sean

Los Pecados han obtenido la espada Vegetal, la clave para liberar a Kore de la influencia de Hades. Después de un tiempo de recuperación, Sean y Mavros han llegado a las puertas de la isla de los bendecidos siendo guiados por Caronte. Arriban en la playa de arena blanca, donde una figura vestida con una surplice oscura con dos pares de alas de lado a lado los espera. Persefone los espera en la playa, sosteniendo una espada con una hoja de color granate. Su cabello rojo como las llamas del infierno ondea con el viento, ocultando parte de su semblante estricto y carente de emociones. Ella no dice nada, pero su mirada y presencia en ese lugar solo pueden significar que sabia lo que sus pecados estaban planeando.

Fase 1

Tienen que combatir contra Persefone hasta que su HP llegue a cero,

Stats de Persefone/Kore

Fuerza: 4
Velocidad 2:
Resistencia: 4
Cosmos. 3

HP: 30

Reliquia obtenible: Espada de Granate

Fase 2

Al derrotar a Persefone tendrán acceso al templo principal, el cual es la entrada al jardín en el que se encuentra el verdadero cuerpo de Kore. Sin embargo, no se trata de la Kore de los tiempos mitológicos, ésta es una diosa que ha caído en la locura y que viste una armadura turquesa que protege la mayor parte de su cuerpo. Porta la guadaña de la diosa de la muerte, con la que es capaz de destruir cualquier cosa. La guadaña aumenta en 2 su Fuerza y Resistencia. Su HP será de 35 esta vez.

Tendrán que lanzar dado random

1.-Su dado fuerza aumenta en 2 por luchar en el jardín de Kore
2.-El cosmos de la diosa de la primavera en las flores aumenta su dado de resistencia en 2.
3.-Son atrapados por una enredadera cubierta de espinas. Pierden 2 puntos de HP
4.-El veneno de las flores debilita su velocidad en 1 durante el turno siguiente.

Reliquia obtenible: Guadaña del Dios de la Muerte




La espada vegetal aumentará en 3 cualquiera de sus stats durante toda la pelea, Pueden usar el boost desde la fase 1.

El tiempo era como arena entre sus dedos. Los días se fueron tras descansar de la travesía al resquicio del Elíseo – algo que se antojaba innecesario.

Conocía como sucedía en las guerras. Mas tiempo corriente equivalía a un lapso mayor para que la diosa del Infierno despertara de su sueño en el salón del trono. Y si abría sus ojos, si usaba la precognición labrada en las armaduras del Pecado...

Pero incluso, el tiempo no daba marcha atrás. La rueda seguía girando y cada radio aplastaba los planes que pudiera pensar, cualquiera que pudiera idear en conjunción a Austerlitz.

El trabajo sobre la marcha sería su manera, decidió la noche anterior.

'Es un cráneo de huesos imperiales.'

Su declaración fue el pago a Caronte. Sacando la osamenta del guardián estelar de los peces gemelos, lo hizo brillar a contraluz. Con un solo movimiento se lo entregó al barquero, quien lo guardó con sumo cuidado entre sus ropajes oscuros.

'Gratitud por el servicio, Caronte.'

Despidiéndose bajó de la barca. Ese era su pago – el de Austerlitz poco le interesaba. Ya estaba advertido, ya debía de haber preparado algo que intercambiar por la travesía a ese punto perdido del mapa.

Fue ese el instante en que se dio cuenta de que su temor no era infundado: frente a ellos se levantaba la figura de la Dama de Hierro, lista para el combate.

'Por esto adjudiqué a no detenernos por días, Austerlitz. Incluso... Es algo que podemos enfrentar. No, es algo que yo enfrentaré solo. Tú guarda tus fuerzas para la batalla real.'

Pues esa no era la verdadera diosa, sino una sombra. Un espectro de cosmos, sedado con poder neto. Vagamente consciente, una proyección de sus ojos desde el trono de zarzas sangrientas.

Era una imagen de espejo que desharía del mismo modo que con Orgullo.

'Observa cuidadosamente.'

Desenfundó su arma y pasó su mano extendida sobre la hoja, disolviendo el Loto hundido. Enterrada en el fango de ilusión, en lugar de la espada surgió la efigie de Ira.

Persefone atacó.

Mavros esquivó las primeras dos estocadas, rindiéndose ante la tercera, recibiendo una tajada en el antebrazo izquierdo. Al momento de salpicar la sangre reposición sus piernas, que ligeramente perdieron el balance. Detalle claro, tanto que no pasó bajo la atenta mirada del espejismo de Hierro quien de inmediato bajó su cuerpo y lanzó una patada a su estómago.

El talón se hundió de inmediato en su carne, salpicando más sangre en la arena blanca. Mavros gruñó. Entonces la Dama elevó su arma que pulsando, estaba lista para partirlo en dos.

Persefone atacó, encontrando el filo detenido por la efigie de Ira, ahora protegiendo al hombre de cabello lacio.

Sin embargo, Ira no estaba hecha para proteger.

Ira era agresión, destrucción.

'Es suficiente.'

Mavros aprovechó ese espacio y completó un nuevo sello hundido en lodo.

Al desaparecer la efigie dejó que la hoja de la Dama se hundiera en la playa, levantando una bruma de arena en conjunto a rocas aplanadas, elevadas como mesetas en cuyo centro estaba la figura femenina. Expuesta, vulnerable.

Una espiral de metal discurrió entre el brazo extendido de Mavros, ahora a metros en el aire tras saltar. Formando una lanza, el hombre apuntó.

'Oda a la Alegría. Longinus, la lanza del pecado y el terror.'

Girándola una sola vez entre su mano enguantada, la disparó con toda la fuerza que pudo expresar en ese instante, la punta bífida silbando con un estruendo milenario.

La Dama apenas tuvo tiempo de elevar su hoja, y cuando enfrentó la lanza no encontró resistencia: Longinus reptó en el agarre, entre sus dedos.

Con un estrépito de cuajado, la lanza penetró su corazón y su esternón, extendiéndose hasta la roca por debajo.

La Dama de Hierro entonces gritó, comenzando a resquebrajarse como arena mojada frente al viento marino.

'Terror absoluto. Eso es esa apariencia. Terror...algo que no tiene jurisdicción contra el juicio celeste.'

Mavros aterrizó suavemente en el suelo, la arena lloviendo en cascadas. Su mano estaba quemada, notó. Quizá había hecho demasiado en un solo golpe.

No. Había sido lo justo.

Mavros: +3 Velocidad (espada vegetal)

Daño: 5+1+1=7x2=14
Daño: 5+1=6x2=12
Daño: 5+1=6
Daño: 5+1=6/2=3
Daño: 5+1=6/4=1.5

HP: 30-6.5=23.5

Persefone:

Daño: 4+1.5+1=6.5
Defensa: 4+1.5+1=6.5/4=1.6

HP: 30-(36.5-1.6)=0

Lujuria permaneció callado mientras veía a Mavros pagar su peaje al barquero del Inframundo. Sean colocó la mano sobre el pecho, arrancando la joya que purpura que ataviaba su surplice y entregándola a Caronte, quien la acepto sin ningún inconveniente. Ya no necesitaba de símbolos que los distinguieran entre los espectros porque pretendía dejar de serlo en ese momento. En la playa de arena blanca los esperaba Perséfone, esa criatura temible que representaba el aspecto más cruel y feroz de la diosa de la primavera.

Austerlitz estaba preparado para intervenir, pero hizo caso a las palabras de Ira. El espectro en la playa sólo era un obstaculo, la persona que tenía que enfrentar se encontraba en el interior del templo principal.

La batalla se desarrolló a gran velocidad. Perséfone lo atacó tres veces con su espada carmesí, fallando en los dos primeros intentos y consiguiendo herir a Ira en el hombro con la tercera estocada. Sean mantuvo la mano sobre el empuñadura de su espada, listo para darle apoyo a Ira en caso de que lo necesitara, pero el aura que desprendía el hombre de cabello oscuro le advertía que no debía entrometerse ni interferir en la pelea. Mavros consiguió abrir un espacio en la defensa de Perséfone para atravesar su pecho con Longinus. El grito de dolor de la proyección lo aturdió al igual que el bramido de violencia y terror que liberaba el cosmos de Ira.

Sean observó cómo el fantasma de Perséfone se deshacia como un castillo de arena arrastrado por las olas del mar. Algo en esa escena le causaba un sentimiento de intranquilidad.

Mavros estaba herido tras utilizar su último ataque, despertando algo de preocupación en él. Aunque Ira ocultaba muchos secretos, en el poco tiempo que habían colaborado juntos movidos por un objetivo en común había hecho que Lujuria se preocupara por él como si fuera uno de los miembros originales del grupo de guerreros que habían prometido proteger a Koré.

La mirada de Sean se posó en el templo de techo abovedado y diseño circular que se hallaba en la cima de la montaña más alta de la isla. Tomó la espada carmesí que se encontraba entre la arena, recordando que esa espada era la llave para abrir las puertas de la morada final de Koré. Avanzó en silencio a través de un camino es escaleras delimitado por columnas griegas y vegetación exótica, subiendo hasta llegar a las puertas de plata que rasguardaban a Koré. En esas puertas se encontraba un grabado del árbol de la vida, y en medio una ranura en la que la espada carmesí embonaba perfectamente.

Una ráfaga de viento lo empujó al abrir la puertas, un viento con un aroma embriagante y venenoso como las legendarias rosas imperiales. Fueron recibidos por una habitación enorme envuelta por zarzas rojas empapadas con sangre fresca. En lo más alto se encontraba una figura femenina, cubierta de los pies a la cabeza con una armadura de aspecto demoniaco, la cual descendió lentamente hasta tocar el suelo. Su rostro no era visibles, se encontraba oculto detrás de una máscara de hierro con una expresión maligna. Sus ojos rojos erizaron cada vello en el cuerpo de Sean.

-¿Qué es lo que te pasó?- preguntó, siendo incapaz de contener sus lágrimas. Ver a su diosa en ese estado lo hacía arder de furia y frustración. Koré se abalanzó sobre Sean, volando con él hasta estrellarse contra una de las paredes del templo. Las zarzas rodearon sus brazos y piernas, impidiéndole moverse.-Maldición... bajé la guardia- maldijo en silencio, utilizando la espada de la Lujuria para cortar las zarzas. Apoyó su espalda contra la pared y empujó a Koré con sus piernas, aprovechando la oportunidad para escapar. Su espalda y brazos estaban repletos de heridas causadas por las espinas de esas plantas carnívoras.

Sean se deshizo de su gabardina, dejando ver su armadura de la Lujuria manchada por su propia sangre. Koré voló en círculos en el techo antes de descender a toda velocidad para darle un puñetazo en el rostro, con fuerza suficiente como para hacerlo caer al suelo. Los movimientos de la diosa no seguían un patrón, sólo lo estaba atacando aleatoriamente, confundiéndolo.

Sean desenvainó la espada de hueso vegetal-Sé que no debo levantar los puños para desobedecerte pero, lo estoy haciendo por tu propio bien. No tengo otra alternativa- Sean dio un salto mientras Koré se encontraba en el aire, montándose en su espalda. Intentó apuñalarle por detrás, pero los movimientos erráticos de la diosa de la primavera le hicieron perder el equilibrio y caer al suelo otra vez. Las plantas hambrientas continuaban alimentándose de su sangre, emocionadas por la batalla.

-Si me embiste de nuevo voy a morir- dijo mientras veía a Koré volar hacia él, esta vez portando una guadaña enorme que había materializado justo en ese momento. Era hora de comprobar el poder real de la espada de hueso vegetal. Sean detuvo la guadaña con la hoja de la espada, utilizando todas sus fuerzas para contener el poder abrumador de Koré. La surplice de la Lujuria se desgarró por el impacto junto con las ropas de Lujuria. -Yo... ¡voy a resistir! ¡¿Me escuchas?! No estás sola, siempre estaré contigo sin importar nada! Esa es mi misión- La guadaña se rompió en pedazos, pero aún no terminaba. El cuerpo de la diosa quedó enfrentado con la hoja de la espada de hueso vegetal, abriendo una grieta que inició desde su pecho y se expandió a través de su armadura. La máscara de metal estaba llorando lágrimas de luz, la misma luz pura que se veía a través de la grietas. La diosa se apartó de Sean, sosteniendo su casco entre las manos como si su cabeza fuera a estallar.

El cuerpo de Sean estaba demasiado herido como para continuar moviéndose. Se quedó congelado por unos instantes, sosteniendo la espada en la misma posición. Humo se desprendía de sus brazos y espalda. Estaba muy herido, pero aún podía mantenerse de pie por su deseo de salvar a Koré.

Seacercó a Mavros, colocando la espada en sus manos. Era el momento para sellar la parte corrupta de Koré definitivamente. -He cumplido con mi parte, es hora de que cumplas con la tuya-

Por el amor la demencia se alzaba. Por el amor la tristeza se expandió en el mundo. Por el amor...la reina cayó a los infiernos.

Un vórtice de sentimientos, lógica y senilidad se removieron en su cabeza, entremezclando tonos y colores, sensaciones y escalofríos.

Frente a ellos dos, Lord Austerlitz y Mavros, se elevaba la pintura al amor torcido. Cual fábula, parábola de los riesgos de mostrar cariño a ellos que no veían el sol de frente, el cadáver en vida de la perennidad de la primavera descendió.

Rojo carmesí. Ríos de sangre. Flujo de muerte en vida. Zarzas de espinas crueles cercaban la jaula de oro del ave ahorcada, sus punzantes amenazas a punto de cercenar sus cuerpos.

¿O la amenaza de degollar, despedazar y partir era una medida contra la misma deidad distorsionada?

No podía saberlo. No debía saberlo. No antojaba saberlo.

Mavros apostó sus pies y asió la espada con brío, preparado para las vicisitudes de las batalla en nueva cuenta. Pues bien Austerlitz era probado, mas aún la diosa lo superaba.

Cruel guadaña, baile letal. La danza entre Lussuria y la primadonna de la sangre primaveral helada fue rápida, potente. Tan hermosa como detestable, fina como un estoque, los pasos fueron dados.

Finesa. Vigor. Energía. Crueldad.

Amor.

"Tu piedad es su dolor Austerlitz."

Sus palabras fueron terciopelo ante la seda de Lujuria.

"Pero si ese es tu alcance, no puedo culparte. Yo haré el trabajo sucio."

Mavros tomó Vortigern y avanzó hacia la figura en agonía.

Su tarea sería simple: acabar con su dolor.

¿Pero cómo?

No sería a través de la dulzura. Esa labor era íntegramente de Athena.

No. Él, Mavros, era un teólogo de la tristeza, apóstol del pesar. Un caballero del remordimiento.

"Pues la belleza es aquello aplastado por el terror y la autocomplacencia. Despierta nuevamente diosa, retorna a donde mereces. Tu llanto no serán en vano."

Un círculo de cosmos azul se formó bajo los pies de Mavros, su cabello ondeando en agua etérea. Dando un paso frontal sendas alas negras se liberaron, expandiendo un aluvión de plumas. Dando otro se elevó y se colocó encima de la diosa hundida en crisis.

"Llora. Que tus lágrimas sean ríos. Ríos como los de tu cárcel milenaria."

El italiano extendió la mano con la palma arriba, Vortigern flotando encima. Un aleteo extendió cosmos sobre su hoja, el segundo lo encendió hasta una supernova. El tercero acumuló todo el poder y soltó energía congelante, helando la sangre de las zarzas demoniacas en las paredes.

"Sentencia."

Mavros tomó la espalda y dio un mandoble en cuestión de una micro millonésima de segundo, apareciendo a espaldas de Kore.

"Me llevaré la espada. Tú...

...tienes trabajo."

Mavros observó a Austerlitz y luego a Kore, sobre quien estalló un volcán de cosmos rojo en la forma de un loto antes de congelarse por completo. Luego el iceberg creció y subió, conectando con la cúpula. Las zarzas se helaron, la sangre se cristalizó.

Finalmente otro estallido se dio lugar, una ventisca dominando todo el palacio a la vez.

A un lado del carcelero de Ira y Orgullo, el cuerpo de la diosa violeta yacía tras romper las cadenas de su armadura infernal.

Mavros: +2 Fuerza (random)

Daño: 5+1+1+2=9/2=4.5
Daño: 5+1+2=8/2=4

HP: 23.5

Persefone:

Daño: falla
Defensa: falla

HP: 1.62-8.5=0