Noches de Luna Azul [Ruta 3]

Al llegar al final del laberinto, se extendía un sendero arbolado que desembocaba en un extenso y verde terreno despejado que recordaba a un claro en el bosque, cuya única iluminación era el brillo de una luna llena que resplandecía majestuosa sobre el vasto y estrellado cielo nocturno. Pacífico y silencioso, con una leve brisa que agitaba ligeramente las ramas de los árboles circundantes, era un territorio lleno de vida vegetal.

Más allá, lo que sobresalía entre todo lo demás era una imponente edificación que parecía brillar en medio de la soledad. Y frente a ella una enorme piscina que abarcaba gran parte del terreno en cuyas aguas cristalinas se visualizaba el resplandor de la luna, causando un bello efecto que también se reflejaba en los impecables muros de la torre. Estatuas y plantas vistosas decordaban el edificio y los alrededores, y en el interior del mismo, la única presencia del Conquer del Agua, que custodiaba aquella urna donde yacía el cuerpo inconsciente de Serena, una de esas valiosas chicas que por orden de Afrodita, los guerreros debían proteger con sus vidas.

La calma dominaba el entorno y En no lograba percibir ninguna presencia hostil aún, por lo que decidió ver su teléfono. Al fijar la vista en la pantalla, vio los mensajes de Atsushi quien se leía preocupado acerca de Afrodita. No le extrañaba, su novio solía preocuparse muy a menudo, incluso por cosas que no merecían tanta importancia. Sin embargo, en esta ocasión debía darle la razón.

Lo he notado también. Y es muy extraño, pero tenemos que confiar en ella. Debe tener una buena razón para comportarse así.

Envió el mensaje con el fin de no preocupar a su novio más de lo que estaba. Según les había informado el Conquer de la Tierra, los invasores podían llegar tarde o temprano, y no quería que Atsushi estuviera desconcentrado para pelear pues aquello podría traer consecuencias muy malas. Confiaba en él, pero conocía su inseguridad y no deseaba que aquello le jugara en contra.

Estoy seguro de que Afrodita cree en ti, de lo contrario no te habría elegido como uno de sus guardianes. Recuerda lo que te dije cuando entrenábamos Atsushi, eres tan fuerte como cualquiera de los Conquers, sólo debes confiar en tu habilidades.

Alzó la vista tras mandar aquel último mensaje. La calma en el ambiente había sido perturbada por tres presencias que se acercaban lentamente en dirección de la torre. Tres presencias que no pertenecían a los otros Conquers o algún aliado. Eso sólo podía significar que los invasores habían llegado. En suspiró, guardando el teléfono. Al parecer el momento de paz llegaba a su final, iba a tener que pelear por muy problemático que se oyera.

Dio una última mirada a la urna donde se hallaba la chica a la que debía proteger de los invasores, preguntándose una vez más por qué tendrían tanta importancia para su diosa, y se encaminó a la salida. Era momento de recibir a las visitas.
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Habilidad: Absorber
En utiliza el agua de la piscina en el campo para absorber la fuerza de una acción de ataque una vez por turno. Efecto: reduce el daño de la acción absorbida a cero y añade ese mismo daño a uno de los ataques del Conquer durante su turno. Sólo puede usarse una vez por turno.

Ventaja de Campo
Al pelear en el territorio de Afrodita, todos los participantes (excepto Conquers) tendrán su dado velocidad reducido a 2 puntos durante el evento al combatir con una gravedad diferente a la de la Tierra y a la que no están acostumbrados.

Indicaciones para el combate:
-Se puede sacrificar HP por acciones
-Sólo se tiene una vida. Si son derrotados quedan fuera
-El objeto "Sexy Interior" puede ser usado para bloquear el efecto de la barrera de Afrodita durante el evento. (Sólo cuenta para el portador del objeto, Viktor en este caso).
-El HP del Conquer será 55 para esta pelea.
-Las acciones del Conquer serán 35 para este combate

La batalla continuaba. Tras el ataque, los Santos de plata, que habían recibido daños mínimos, se reunían una vez más para atacar en conjunto. El caballero de cabellos rubios y la dama que le acompañaba, quienes a simple vista parecían compartir una confianza íntima, prepararon su ofensiva con ataques cargados de cosmos. El Conquer enfocó la mirada al frente, las saetas brillantes viajaban hacia él a toda velocidad seguidos por una desomunal ola que arrasaba con toda vegetación a su paso.

Alzando las manos hacia el frente En esperó el momento preciso y cuando estuvo listo, hizo elevarse desde el suelo frente a él un grueso muro de agua con el que planeaba detener la ofensiva, y aunque logró disminuir la potencia, no pudo evitar el daño. Una de las saetas había impactado de lleno en la protección de su hombro derecho, agrietándola y enterrándose en su cuerpo para despues desvanecerse. Y al mismo tiempo, el impacto de la ola lo impulsó hacia atrás, haciéndole retroceder algunos metros.

Aunque herido, el Conquer no dejó que aquello lo detuviera. Aprovechando el remanente de la técnica de la guerrera de plata, reunió las partículas de agua para generar una esfera de dicha sustancia con el tamaño suficiente para atrapar a la pareja dentro. Entonces los elevó por los aires, manteniéndolos allí el tiempo suficiente hasta que dejaron de moverse. En soltó a los guerreros plateados, que cayeron inconscientes en algún punto del extenso campo de batalla. Dudaba que estuvieran muertos, pero sí de seguro fuera de combate. Sin embargo, aún quedaba el Santo de Oro quien, tras recuperarse del último ataque, se lanzaba una vez más hacia él.

—Tus compañeros ya no podrán continuar peleando. Ahora sólo quedamos tú y yo. —confirmó mirando al guerrero de armadura dorada. Creando una protección de agua con el contenido de la piscina alrededor de sus brazos para formar dos escudos reforzados por su cosmoenergía, el Conquer logró bloquear algunos golpes, mas la velocidad del guerrero ateniense era tal que no pudo evitar recibir otros impactos. No le extrañaba; si ese hombre había sobrevivido a la potencia devastadora de su ataque anterior, tenía que ser realmente fuerte. Debía tener cuidado con él. Cuando tuvo un espacio, En retrocedió de un salto, librándose de aquella protección de agua que acabó en el suelo. Fue allí que enérgicamente elevó una mano hacia arriba, al tiempo que bajo los pies del Santo de Cáncer se alzaba ferozmente una espesa columna de agua que lo impulsaría con violencia hacia los aires.

¿Qué debía pensar? ¿Qué debía hacer al respecto? ¿Detener la pelea y creerle al Santo de Oro o seguir fielmente su misión con el riesgo de estar haciendo algo incorrecto? Era una decisión difícil. Miles de dudas invadían la mente del Conquer del Agua. No podía creer en la palabra de un enemigo tan fácilmente, pero ante los ojos de En no dejaban de presentarse pruebas de que algo no estaba bien. No sabía exactamente qué era, pero tenía un mal presentimiento.

Alzó la vista hacia el cielo por mero instinto cuando percibió aquel cosmos abrumador que provenía del mismo Olimpo e inundaba el ambiente, semejante al de su señora pero tan diferente que llegaba a provocar temor a cualquiera que lograra sentirlo.

—¿La contraparte de Afrodita? —murmuró más para sí que para el hombre de armadura dorada al oír la declaración de aquel—. ¿Qué significa esto?

Momentos después volvió a fijar la vista en su contrincante, con el ceño fruncido pero cierto atisbo de vacilación en sus ojos. —Lo lamento por esto, tengo que hacerlo. —fue lo único que dijo antes de alejarse del guerrero ateniense para preparar su técnica. No quería luchar, no deseaba matar a ese hombre por un objetivo el cual él mismo empezaba a dudar, pero no le quedaba otra opción más que continuar peleando. Debía terminar rápido aquel combate e ir a averiguar qué estaba pasando más allá de donde se encontraba si lo que quería era resolver sus dudas.

Alzando una mano en el aire creó una gran esfera de agua que agitándose a unos metros sobre él se formaba rápidamente con la propia humedad que cubría el terreno de batalla. Cuando estuvo listo el Conquer soltó aquella agua en la forma de una ráfaga de proyectiles que viajaban a alta velocidad en dirección del Santo de Cáncer.

Vara de Agua
Habilidad: Puedes tomar el daño de la técnica de un oponente y añadirlo a tu ataque. Sólo una vez por turno.

—Urania... —Las últimas palabras del guerrero ateniense lograron que En se detuviera a reflexionar seriamente sobre la situación. El hombre de cabello platinado había demostrado una nobleza respetable, la preocupación que el caballero dorado tenía por rescatar a su amiga de una inminente amenaza era real. Aún sin fuerzas para continuar peleando, su persistencia, la urgencia de llegar a esa joven y ponerla a salvo, no moría.

Los rumores no mentían; los Santos de Athena eran guerreros honorables con un destacable sentido de la justicia. Al menos, lo era aquel Santo de oro cuyo nombre En desconocía. Tenía que averiguar qué estaba sucediendo y el hombre que yacía inconsciente a sus pies había mostrado saber más que él sobre la situación, las chicas capturadas, Urania y sus planes.

Frunciendo el ceño el Conquer volvió a observar el vasto cielo nocturno, ahora eclipsado por la impresionante energía de aquella entidad maligna. Si de algo estaba seguro era que aquel poderoso cosmos no pertenecía a su diosa.

Mirando por útlima vez al guerrero de Athena, En se volvió hacia la recamara en la torre donde yacía la joven Serena descansando dentro de aquella urna de cristal. La observó un momento recordando la descripción que le había dado el Santo; era ella. Liberándola de su encierro la tomó en brazos y se dirigió rápidamente a la salida. Creía estar haciendo lo correcto. Podía entender el sentimiento desesperante de perder a un ser querido y no le hubiera gustado estar en el lugar del guerrero ateniense. Eso le hizo pensar en Atsushi, cuyo cosmos a la distancia le indicaba que continuaba peleando. Se preguntaba si se encontraría bien, necesitaba saberlo.

De pronto un fuerte estruendo lo sacó violentamente de sus pensamientos cuando iba saliendo del cuarto. El suelo empezó a temblar y las paredes a resquebrajarse. Con un enorme trozo del techo cayendo justo frente a él y obligándole a retroceder un paso, la torre empezaba a derrumbarse. Cargando a la muchacha se aseguró de esquivar todos los obstáculos que pudieran herirlos y logró salir a tiempo del edificio.

Estando ya afuera En se alejó lo suficiente para no resultar herido junto a la joven y se detuvo a observar como lo último que quedaba en pie de la torre se desmoronaba a pedazos, dejando sólo una densa nube de polvo que se elevaba alrededor de las ruinas.

—Uf, estuvo cerca. —suspiró aliviado, volviendo su mirada hacia donde permanecía el guerrero de armadura dorada.

Colocó a la durmiente Serena sobre los pastos humedos del bosque cercano al Santo de Cáncer y aguardó hasta que este despertara. Su cosmos no se había extinguido tras la pelea, no estaba muerto sólo agotado. Lo que necesitaba era descansar un poco.

—Ella está bien, sólo se encuentra dormida —informó—. Afortunadamente logramos salir a tiempo —añadió, dirigiendo una rápida mirada a los restos de la torre, entonces prosiguió—. Pero si lo que mencionaste antes es cierto aún no está fuera de peligro, ni ella ni las otras chicas. Debes llevártela lejos de aquí. Pero antes, tengo que hacerte una pregunta: ¿qué es lo que sabes sobre Urania y de su relación con estas jóvenes? Necesito que me lo digas todo. —dijo recordando que Atsushi también había sido asignado a proteger una de las torres que resguardaban a las chicas. Obviamente En poco entendía de lo que estaba sucediendo, pero la información que pudiera proporcionar el guerrero de Athena podía ser de utilidad para comprenderlo todo.