Lesson in the White (Ran)

Rintaro se despertó dolorido. Sus piernas se sentían como de mantequilla y sus brazos como palillos maltratados. Sin embargo de alguna manera se levantó lo más pronto posible y repitió la posición, dispuesto a no volver a caer contra lo que fuera que hiciera Mugen. El mencionado caballero por su parte se mantenía flotando a unos metros sobre una de sus piernas, sin cambiar de expresión. Luego de acotar que le había llevado menos tiempo despertar comparado hacia tres años el viejo levantó de nueva cuenta la mano, recreando el cuarto negro mientras Rintaro hacia brillar su cosmos blanco como una lampara solitaria durante la noche. Agotado, cansado, empezando a desplomarse, el chico decidió no volver a ser aplastado - no le daría el placer al viejo de verlo caer. Pensando en eso cerró los ojos, sintiendo el reptar del sudor desde su coronilla por la frente y de ahí al mentón, donde goteó a la negrura creada por Mugen, intentando concentrarse en su aura, en el poder que estaba haciendo quemar de alguna manera. Lo que pensaba en esos instantes era en el silencio y en como resultaba aplastante; después de todo ese tiempo se había acostumbrado a las cigarras, al viento, a la naturaleza a su alrededor - esa oscuridad era... -Estúpida porqu--- Y su cosmos se apagó, haciéndolo presa de más sombras que lo consumieron por completo.

Al despertar el alba rompió la monocromía del cielo, lo que lo dejó sin más tiempo. Tirado con los brazos en T sobre el césped resopló pesadamente, más sudor cubriendo su cuerpo, el sol haciéndolo brillar de manera que sus moretones se veían disminuidos en aparente gravedad - más sin embargo se sentía pésimo. No sólo era el cansancio físico sino el mental; fracasar en su propósito de callar a Mugen lo había dejado agotado, por lo que una parte de su cabeza sentía ansias de rendirse mientras que la otra, la dominante, se dejó llevar por la indignación, obligándolo a chasquear los dientes y levantarse - punzadas de dolor o no.

Así fue que comenzó a caminar y se dirigió a la ciudad para su rutina de todos los días.

Así fue que instintivamente comenzó a utilizar su cosmos para no desfallecer al conducir con su cuerpo la carreta de especias y entregar todos los paquetes de la tienda de mercancías.

Así fue que comenzó a moldear su cosmos en manos y piernas.