Halloween Party! - El Salón de Espejos de Orgullo

Recibió una invitación por parte de Lady Perséfone, así que no pudo decir que no. Ella deseaba que escoltara a Poseidón, pero éste tenía una agenda muy ocupada. Julian Solo iba de evento en evento, y en halloween no era la excepción, ya que el soltero millonario ya tenía la noche llena de compromisos, pero para no quedar en malos términos con la señora del Inframundo envió a uno de sus generales marinos como trofeo, conociendo los gustos que tenía la diosa de la primavera. Nate llegó a la fiesta con una caja de obsequio vistosamente decorada con un lazo naranja y papel de envoltura púrpura con un patrón de calabazas sonrientes. El disfraz que estaba usando era un tanto incomodo, pero era el único que consiguió en la tienda de alquiler; la dependiente le dijo que era un personaje muy popular, aunque no sabía si lo había dicho sólo para convencerlo. Dejó el obsequio en las manos de un esqueleto vestido de servidumbre y comenzó a buscar a Perséfone, ya que tenía que darle un mensaje de parte de Julian. Avanzó a través de un corredor poco iluminado hasta llegar a un salón misterioso que estaba tapizado con espejos: el techo, las paredes, el piso, el reverso de la puerta, no importaba a dónde mirara se encontraba con su reflejo. Se sintió avergonzado al ver su trasero en ese traje entallado, pero al mismo tiempo no podía dejar de contemplarse en los espejos.

Un evento, una fiesta para celebrar Halloween. La invitación yacía a un lado de la mesa, entre todos los papeles que debía revisar, firmar y enviar. Nunca le llamo la atención interactuar con la doctrina de Perséfone. La Reina del Inframundo, hasta esa Guerra Santa, se mantuvo silenciosa a las atrocidades causadas por la medio hermana protectora de la humanidad; algunas veces los pensamientos de la dama fluían hacìa mares nada leales a aquella entidad que poseía el corazón de su señor ¿còmo podria? Ella nunca pareció interesarle apoyarlo contra el olimpo, contra otros panteones, que buscaban la caída del reino de los muertos…

Con un fuerte suspiro, dejo la costosa pluma sobre el documento que redactaba; los orbes bajo aquella estrambótica máscara se posaron sobre el sobre, la pulcra letra que leía “Cordialmente Invitada” ― ¿Què planean? ― se cuestionó mentalmente, no conocía en persona al reducido ejército de la Primavera pero los informantes que tenìa aquí, alla y màs allà, le traían piezas que poco a poco armaba como un rompecabezas ― Mi Señor Hades, pronto estarà con nosotros… debo recolectar toda la información posible para sus planes… ― comento recostándose sobre el espaldar de la cómoda silla, los codos descansaban a los lados ― No queda muy lejos del Castillo de Heinstein… ― medito recordando el lugar dónde se alzaban los dominios de la “Dulce” Diosa.

Levantándose de la silla, tomo la invitación entre sus guantes negros, por suerte no necesitaba un disfraz… ella, en teoría, siempre iba disfrazada pero para no perder la esencia de la ocasión, decidió colocarse uno. Las doncellas, siguiendo las órdenes de su ama, compraron uno muy divertido, recordándole Scary Movie. Se trataba de una larga bata negra, con dibujos óseos y una máscara larga y nívea con la lengua afuera. Una vez vestida se teletransporto a las inmediaciones del lugar dònde se celebraba la fiesta. La música fue lo primero en sentir, la fiesta estaba en su apogeo ― Muchos invitados… ― pensó internándose en aquella rara celebración.

La sacerdotisa del inframundo camino y camino buscando dònde encajar. De la nada un destello pareció llamarla, la luz hacia alumbrar aquella habitación, la curiosidad la invadió y procedió a entrar para descubrir los secretos que ocultaban los Pecados Capitales en la Noche de Brujas…

La puerta chillido, aquello daba una sensación algo tétrica al lugar. Al franquear el portal, lo primero que atrajo la atención de la dama bajo el disfraz de Asesino de ScaryMovie fue la cantidad de espejos que se extendían a lo largo y ancho de la habitación, habitación que no parecía tener fin ― … que intrigante ― pensó internándose entre los reflejos distorsionados de su apariencia oscura y esquelética, y sobre todo de la larga lengua que dejaba con comedia la boca de la máscara blanca ― … si la información es cierta, cada ala pertenece a uno de los siervos de Perséfone ― medito avanzando sin mirarse de forma real, Gwen estaba acostumbrada a no ver su apariencia real ― … que difícil adivinar cuál de los siete pecados es tan egocéntrico ― sonrió para ella misma, una curva divertida se apodero de sus labios, labios que estaban ocultos por el disfraz.

Deteniéndose delante de uno de los muchos espejo, observo por varios minutos su reflejo. Se trataba de un espejo plano, por lo cual la imagen proyectada estaba acorde con la real; el simpático disfraz negro esquelético y lenguado ― Debo estar muy mal de la cabeza ― se rio entre dientes, porque dudaba que cualquier otra sacerdotisa o mujer optara por semejante atuendo cuando podría haber deslumbrado con sus atributos naturales, con la feminidad del género ― … tal vez por eso soy albina, porque soy distintas a todas ustedes… ― musito mirando fijamente el espejo mientras pensamientos ajenos a su personalidad fluían sin proponérselos ― … soy mejor que todas mis antepasadas, quienes nunca supieron guiar a mi Señor Hades. Patéticas reencarnaciones que merecen la agonía del olvido ― las palabras iban teñidas de soberbia, una soberbia de la cual nunca hizo gala, que no era habitual en ella ― … solo yo tengo el poder, la inteligencia y la astucia para llevar al éxito a los espectros, al reino y a Hades… ― llevo la mano al pronunciado mentón de la máscara mientras seguía sumergida en las alabanzas propias ― … soy la mejor, de eso no hay dudas, en todos los ámbitos… ― murmuro con placer volviendo a caminar por la habitación.

Entre tantos espejos se sentía como en una feria, evento al cual nunca había asistido porque no representaba a su clase social en absoluto. Llegando a un nuevo espejo, se detuvo viendo la distorsión de su imagen ― … hasta con la cabeza pequeña me veo majestuosa ― comento al verse en el efecto de “ovni” en aquel espejo esférico ― … los Dioses deben estar verdes de envidia al no llegarme ni a los talones… Afrodita, Athena, Artemisa… ¿Cómo se sienten al verse inferiores a mí? ― proclamo con petulancia esperando que aquellas estúpidas frígidas la escucharan, y reconocieran su grandeza por encima de ellas, por encima de todos…

― … soy mejor que todas esas tontas Diosas, que todos esos gusanos del Panteón Griego… ― musito con arrogancia girando su cuerpo para encontrarse con otro espejo, uno esférico que distorsionaba el reflejo real de la fémina ― … qué encantador ― comento sonriendo ladinamente bajo la máscara al ver la silueta como un reloj de arena, dándole curvas a su atuendo que no poseía ― … hasta con estos trapos soy más hermosa que cualquier dama del universo, de la historia y de los Elíseos ― la petulancia de la princesa del inframundo iba subiendo cada vez màs, proporcional al tiempo que pasaba en aquella habitación pecaminosa.

Sin detenerse en ese paso a otro espejo, un espejo plano reflejándola tal cual. Era ovalado, con un marco en oro y plata muy bonito, demasiado atractivo para ser uno màs del montón ― … me recuerdas a algo ― murmuro moviendo los engranajes de su cabeza para localizar el recuerdo que asociaba con aquel magnifico objeto ― … una obra de arte, quizás ― sugirió sin poder hacer las conexiones, pero no se impaciento o molesto por ese hecho, el verse en ese espejo en especial aumentaba la confianza estrepitosa en sus cualidad físicas, mentales y emocionales, como si le inyectara adrenalina a su cuerpo ― … seguro eres algún regalo especial, con poderes desconocidos ― relato pasando el dedo índice izquierdo por el precioso borde.

El guante que exhibía los esqueletos de la mano contorneo con hipnótica parsimonia el objeto pulido. En ese había algo sugestivo inexplicable, por un momento tuvo laas ganas de hablarle, de preguntarle quien era la màs hermosa del reino, la màs inteligente del universo, la mejor existencia del cosmos pero se abstuvo, las respuestas ya las conocía, todas iban dirigidas a un mismo fin: Ella, y solamente ella ― No me dirías nada nuevo, espejito ― sonrió para sus adentros, separando la vista del encantador de egos ― … Orgullo, que urdidor lugar tienes aquí… ― pensó al tiempo que se rodeaba con su cosmos de tonalidad purpura y se teletrasportaba a la puerta ― … soy lo màs cercano a mi señor Hades… no caeré en tan irrisibles jugarretas, por lo menos no las de una petulancia que condena tanto a dioses como a soldados… ― sentencio dándole una última mirada a la luminosa, refléjatela y tonta habitación, de entre todos los pecados aquel era el màs peligroso… atacaba el interior de los guerreros, los destruía sin dejarles ver la realidad y sus límites… Pandora lo afrontaría y siempre saldría victoriosa como en esa ocasión.

Con un portazo cerro el lugar, de nuevo en el pasillo… ¿A dónde iría ahora?

Habla / Piensa / Narraciòn

Atrás quedaba la torre envuelta en las ventiscas helada y adornada con un Dragón de hielo. María corrió por las afueras del Castillo de los Pecados, olvidando la cesta, olvidando los caramelos que se caían de sus bolsillos y olvidado el detalle de que no tenía zapatos. El viento hacia bailar la rubia cabellera y el atuendo en general, para ese momento de la noche sus rizos se habían deshecho dejando los lacios cabellos platinados libres y al natural. ¿Quién lo diría al principio de la noche? Nunca hubiese imaginado cuanto iba a divertirse en aquella peculiar celebración, tal vez mañana al despertar se arrepentiría de todo… o quizás no recordaría absolutamente nada.

Lejos de la torre, en realidad ya no se veía, encontró una puerta asì que se internó de nuevo a los pasillos del castillo. No se detuvo a ver si Roldan la seguía, ni siquiera estaba pensando solo se dejaba llevar por la emoción de la libertad. Dentro la música volvía a invadir los sonidos, los invitados reían, charlaban y hablaban, un mesonero "Cesar" paso por su lado ofreciéndole una copa de algo ― Gracias… ― musito tomándose por completo el líquido, dejando la copa vacía y agarrando una nueva ―  ¡Me encanta esta fiesta! ― le comentó al desconocido sonriéndole con alegría, pudo ver el sonrojo del varón pero lo ignoro.

Bebiendo los sorbos de su copa, alzo la mano cuando vio a Roldan llegar ― ¡SEÑOR GUARDIAN POR ALLA! ― le grito desde la multitud mientras agitaba ambas manos llenándose de licor en el proceso, la acción la hizo reír mientras se dirigía al pasillo ― Escuche que hay una fiesta y un banquete buenísimo por aquí… ¡Quiero una gran pieza de pollo! ― le comento abriendo una de las puertas al azar, aun con la copa en la mano… ― Hmmm… ― musito al ver el interior de esa habitación, espejos por todos lados, espejos de todas las formas, espejos de todos los tamaños ― ¿… la madrastra de Blanca Nieves vive en este Castillo o qué? ― comento internándose, por alguna razón y a pesar del poco movimiento dentro del lugar algo tiro de ella, algo le susurraba que viera su reflejo… que descubriera su verdadero ser.

Pasado el incidente del dragón el espectro medio escarchado, medio atónito ante la visión descontrolada de su acompañante avanzaba taciturno forjando la idea de no hacer enojar a la caperuza. ¿Y ahora por donde se iría aquella chiquilla? Atravesó el sendero internándose en la primera puerta que por lógica, había traspasado su amiga fugitiva.

La estancia a la que arribó estaba atestada de personas. Barrió el cuarto con su mirada y de entre la muchedumbre la mano alzada y agitándose con entusiasmo de su compañera le facilitaron su ubicación. Avanzó con diligencia abriéndose paso a empellones. La gran conglomeración no ayudaba mucho a su desplazamiento. Desde su ubicación miró como su cómplice de travesías agotaba una copa de un solo trago. Su energía parecía no conocer límites al igual como su apetito. Lo cierto es que con todo lo vívido desde que la conoció no había probado bocado alguno. - La sala del lord de la gula cuenta con platillos para cualquier paladar exigente. - Respondió ante el comentario de ella y sus deseos de asistir al banquete que estaría en uno de los grandes salones del castillo.

La siguió en la siguiente habitación escuchando sin prestar atención el comentario de la caperuza. Su atención estaba enfocada en los espejos ahí ubicados y con curiosidad se asomó en la superficie reflejante delante de sus ojos. Se vio a si mismo sentado en su gran escritorio sentenciando y castigando a las entidades fantasmales. Un gran orgullo brillaba en su mirada, el pecho se le henchía ante la satisfacción de ser el único ser que podía hacer juicios tan precisos incluso mejor que el de los afamados jueces del averno. Parecía estar hipnotizado y consumido por su visión. Roldan parecía no tener intenciones de seguir el recorrido. Sólo mirar aquellas imágenes le resultaba en verdad muy placentero.

“La sala del lord de la gula cuenta con platillos para cualquier paladar exigente.”

Las palabras emitidas por el hombre de negro se perdieron apenas la puerta de la habitación fue abierta. Ninguno de los dos dijo nada más al irse internando en la casa de la Madrastra de Blanca Nieves. Espejos por todos lados, de distintos tamaños, formas y efectos ópticos, algunos encantados, otros normalitos. El cuarto invitaba a entrar, a posarse frente a uno de los objetos y observarse por toda la eternidad.

Olvidándose de Roldan, la Caperucita Roja camino hasta llegar a un pequeño espejo. La apariencia de su cuerpo se reflejó en la mágica posesión del misterioso dueño del lugar. El cabello platinado se encontraba totalmente lacio, las mejillas sonrosadas, una enorme sonrisa en sus labios y los ojos llenos de alegría y travesuras. Estaba completamente hermosa, rozagante y rebosante de vida; se había divertido tanto en las horas que llevaba dando vueltas por todo el castillo que los pesares de su alma fueron olvidados, los miedos que la carcomían dìa tras dìa habían desaparecido dejando a una preciosa y joven mujer con ganas de vivir, de disfrutar.

― ¿Soy… hermosa? ― se cuestionó internamente estirando la mano para tocar su reflejo, la vanidad sobre su aspecto nunca la había invadido pero ahora, esa noche, todo parecía diferente… tan irreal ― ¡Soy hermosa! ― sentencio sonriendo aun más, haciendo énfasis en la belleza de su genética. Peino su cabello con la diestra y procedió a seguir mirando el museo de los espejos, nombre que acababa de ponerle al sitio. A pocos pasos de ella vio a Roldan concentrado, al parecer también estaba llegando a la misma conclusión sobre su aspecto.

Sin pensarlo mucho se acercó al masculino por detras, iba a asustarlo como una pequeña broma de Halloween, sin embargo algo curioso sucedió, antes de hacer su travesura miro su propio reflejo en el espejo, entonces el espejo brillo mostrándole… la realidad de su alma, dejándola congelada ahí mientras su sonrisa se iba borrando y la luz de sus ojos apagándose…  

Prendido de las imagenes en la superficie reflejante no pudo discernir cuanto tiempo transcurría en aquella habitación tan siniestra. Era de todas las que había pasado con la femina la que más le había tentado en su alma. Era como si hubieran encontrado su tendón de aquiles en un ser que siempre se vanagloriaba sin necesidad de verse bajo la influencia del lord del orgullo. Estar en esa habitación potenciaba enormemente el gran estima que se tenía para consigo mismo. Sentía la necesidad creciente de ver cuanto la imagen reflejaba de cada uno de sus actos, de su toma de decisiones y de su imparcialidad a la hora de castigar a los pecadores.

- Deberías ver esto caperuza, la eficiencia en toda su magnitud, nunca verás algo parecido. - Le comunicó apenas percibiendo que ella estaba a su lado. No logró percibir los pasos acompasados de su compañera cuando se situó a un costado suyo y el fresco aliento sobre su piel le advirtió que estaba justo detrás suyo. Se giró perdiendo la imagen de el y los ojos de aquella chica que hasta entonces eran un azul intenso y cautivador se hicieron tenues, faltos de la chispa que en horas anteriores se habían distinguido por la vitalidad plasmada en sus retinas y que invitaban a contemplarlos la mayor parte del tiempo.  

- Si lo sé, has quedado petrificada por la gran exelencia con la que se desenvuelve el sujeto de la imagen. - Bromeo ligeramente pues hasta el momento Roldan seguía envuelto por la magia de experimentar nuevas sensaciones ajenas a su alma en esas horas de esparcimiento que le habían hecho olvidar todo su trabajo. Aún no sabía si la caperucita se repondría de lo que le pasaba o no pero como le había prometido aguardaría pacientemente y efectuaría su labor de protector hasta que ella lo considerara conveniente.

“Deberías ver esto caperuza, la eficiencia en toda su magnitud, nunca verás algo parecido.”

La voz de Roldan se mimetizò en el vacío de la habitación. La mirada de Marìa estaba perdida en los eventos que el Espejo le mostraba. La dama estaba hipnotizada, y como si se tratara de un café bien cargado fue bajando poco a poco el efecto del licor corriendo por sus venas. El choque que tuvo al ver reflejado su propio ser fue un freno para la desinhibición que se apodero de su corazón desde el Jardín de la Pereza hasta segundos atrás en esa extraña recamara repleta de espejos.  

El retumbar de su corazón comenzó a aumentar de ritmo, la luz de sus orbes se perdía como sucedía en el crepúsculo. La sonrisa ya no estaba en sus labios, y las sonrojadas mejillas perdieron el color dejando que la palidez de su rostro tomara el control. La respiración ascendía a la par que el pánico que la invadía; ni un parpadeo, ni una palabra… lo que pasaba por el interior de la fémina solo lo conocía ella, solo ella entendía el peligro e histeria que generaban las caídas de sus muros, los puentes en el abismo de su soledad auto-impuesta.

“Si lo sé, has quedado petrificada por la gran excelencia con la que se desenvuelve el sujeto de la imagen.”

― … no lo puedes olvidar, el orgullo de tu reino, tu poder que lleva el aislamiento ― susurraba una voz proveniente del espejo, mientras le mostraba imágenes de su vida, mientras le recordaba las promesas hechas a su alma ― … tu prepotencia radica en la ingenuidad de creer que puedes ser normal… de aprovechar esta oportunidad para vivir una mentira. Asume lo que eres, la muerte silenciosa de la Atlántida… tal vez ese hombre este muriendo por tu culpa en este momento ¿pero dónde habría novedad? Dañas lo que amas, lo que tocas, haces perecer todo a tu paso como el invierno mismo ― la voz iba teñida de maldad, buscando herir justo dònde màs dolía a la General Marina.

Por ultimo le mostro el día que todo cambio, el dìa de quiebre que determino su vida. La ansiedad iba creciendo en su interior mientras observaba la película correr a través del espejo. Sin proponérselo su cosmos se empezó a manifestar, congelando su alrededor y extendiéndose poco a poco; cristalizado muy diferente a la armónica forma en la Torre de la Avaricia ― ¡BASTA! ― grito cerrando los ojos y llevando las manos a sus orejas para evitar seguir escuchando los vocablos de la voz invisible, inconscientemente expulso en ese momento una ventisca de 360º ― ¡Silencio! ― ordeno con la ansiedad a toda intensidad, la respiración agitada, el pánico en vivo color.

Al haber cerrado los ojos rompió el contacto con el embrujo del espejo, al volverlos abrir vio el invierno que había causado en la habitación. Busco rápidamente con la mirada a Roldan, parecía estar bien… pero ¿còmo había podido exponerlo a su inestabilidad? Era una egoísta, una vil egoísta que por un poco de libertad arriesgo al noble sujeto ― L-lo s-siento ― musito entre jadeos reflejando la culpa, el miedo y la tristeza que se había apoderado de ella, no solo con la voz sino también con la mirada.

Sin decir nada màs, salió corriendo de la recamara, corrió por los pasillos del castillo, buscando la salida de aquel horrible lugar; a su paso dejaba una estela de escarcha; minutos después consiguió la salida, justo el lugar por donde había entrado… era la hora de volver a la soledad de su casa.