Reviviendo Memorias [Yusei]

Era una tarde pacífica, nada inusual. El cielo, parcialmente cubierto, reflejaba un sol que brillaba intermitente puesto que algunas nubes lo cubrían de vez en cuando. El clima, de momento, no se veía muy amenazante, pero algunas personas andaban con cuidado. Aquella zona del pueblo era un lugar bastante concurrido, gente iba y venía sumidos en sus propios asuntos.

Atem, por su parte, estaba sentado frente a una mesa redonda a la intemperie leyendo un pequeño libro mientras esperaba su pedido. Puesto que le agradaba la paz, pero estar encerrado todo el día en casa no era lo suyo, solía acudir a ese bar en particular para beber algo mientras disfrutaba de una buena lectura al aire libre. Era una costumbre que había adoptado y lo hacía con mucha frecuencia. Además le servía para despejarse.

Tras unos minutos de espera que para el joven egipcio, que estaba concentrado en la lectura, pasaron rápido, alzó la vista cuando la mesera se acercó a su puesto con un bandeja en mano.

—Aquí tiene, joven. Que lo disfrute. —Con delicadeza la mujer colocó frente a él una taza humeante y un pequeño plato con galletas.

—Muchas gracias. —Le respondió Atem con una agraciada y contagiosa sonrisa de esas que eran muy típicas de él cuando estaba de buen humor.

La muchacha, tras una sutil reverencia, se retiró al interior del local. Y el chico, dejando a un lado el libro que había estado leyendo, se concentró en su recién llegado pedido que olía delicioso y definitivamente no podía ser desperdiciado.

Presurosamente limpió las lágrimas de su rostro cuando oyó que alguien se acercaba. Era Yusei, y para sorpresa del egipcio, estaba solo. Se sorprendió al verlo llegar con su libro en mano y recordó que lo había olvidado por salir apurado. Evidentemente el chico de ojos azules había echado un vistazo al tomo, porque no se reprimía en hacer mención de su contenido. El rostro de Atem se coloreó de un intenso rojo por la vergüenza de saberlo.

—Eres… bastante directo. —mencionó. Tan natural y espontáneo como lo recordaba, Yusei nunca había tenido demasiado tacto para tratar con los demás. Eso le hizo sonreír por dentro porque una vez más sintió que estaba frente a aquel Yusei con quien alguna vez había compartido su vida—. Espero que eso no te haga pensar mal de mí. —añadió tímidamente con respecto a sus gustos, sin atreverse a mirarlo al rostro por un momento—. Gracias por devolvérmelo.

Al tomar el libro, Atem rozó ligeramente la mano del contrario. Lo hizo adrede. Tenía la necesidad de tocarlo, quería recordar cómo se sentía el simple hecho de acariciar su piel. No estaba pensando en Kalin precisamente cuando se disponía a responder. Visualizando las escenas del libro en su mente se fijaba en la mirada de Yusei y rememoraba su expresión —como tantas veces lo había hecho antes—, en aquellos lejanos tiempos, cuando hacían el amor, e inconscientemente se mordió el labio. Se sintió avergonzado al instante. Y volvió a sonrojarse.

—E-En realidad, apenas lo conozco. —respondió apresuradamente para romper la tensión. Hablaba de Kalin, pero no podía decir lo mismo de Yusei, a quien conocía demasiado bien. O eso creía. Al menos en otra vida lo había hecho. No podía confesarle que en realidad pensaba en él cuando leía ese libro, aquello habría sido demasiado atrevido de su parte, pero tenía que dejarle claro que todo era un malentendido.

—¿Es por lo que pasó hace rato en el callejón? —inquirió con respecto a las preguntas sobre el amigo albino de Yusei. Hizo una prolongada pausa—. Él no está aquí, ¿verdad? —preguntó temeroso mirando hacia la calle de donde había llegado. Debía provechar aquel instante en que estaban solos para decirle la verdad. Si alguien podía protegerlo de la amenaza de Kalin, pensó que ese debía ser Yusei.

—Todo esto, no es lo que parece. Yo no quería… Él quiso forzarme para que lo besara —sintió que un nudo se formaba en su garganta al recordar las crueles palabras de Kalin. No quería pensar que se trataba de algo personal contra él, pero todo indicaba que sí—. ¿Tu amigo, Kalin, suele comportarse de esa forma? No quiero pensar que es algo sólo conmigo… Me asusta un poco. —Sin pensarlo, casi que por puro instinto, se lanzo hacia el joven de cabello negro y lo abrazó con fuerza. Permaneció así un rato—. Por favor… no le digas que te lo dije. —murmuró en tono de súplica al recordar la amenaza del albino. No podía imaginar qué pasaría si se enteraba de que lo había acusado con Yusei por su comportamiento.

Hablo - Pienso


-Es extraño... Él no suele comportarse así, te lo aseguro- dijo Yusei. Sí, Kalin podía ser un dolor de cabeza para cualquier persona que no estuviese acostumbrada a su particular sentido del humor, sin embargo, sabía que en el fondo su amigo no era malintencionado. Intentó apaciguar al chico lo mejor que pudo, abrazándolo para hacerlo sentir en confianza. No era el mejor cuando se trataba de reconfortar a otros, pero por incómodo o inoportuno que fuera, sentía que era su responsabilidad reparar las cosas que Kalin estropeaba, como el chico alterado que tenía en sus brazos.

-No diré nada pero, deberías alejarte de nosotros... No quiero que tengas más problemas con Kalin. Es por tu bien- pensó en decirle eso, dejarlo escapar lejos para que ni él y ni su amigo siguieran causando molestias. Sí, parecía ser lo mejor, pero lo último que quería era que Atem sintiera que sólo estaba buscando deshacerse de él. Suspiró. Las relaciones humanas eran muy complicadas para su gusto.

-No te angusties. Kalin decidió seguir su propio camino, y dudo que cualquier cosa que puedas mostrarle sea tan interesante para él como el alcohol. Puedes acompañarme a mí- La mejor opción era mantener a Atem y a Kalin apartados. Era mejor pasar el día sin preocuparse de tener que actuar como un mediador entre ambos.

-Ahora cálmate y sigamos, ¿sí?- le dijo al moreno, colocando las manos sobre sus hombros. Al tocar a Atem, un recuerdo de su vida anterior se disparó, mostrando una visión a Yusei que también pudo compartir con Atem. Era una secuencia de imágenes en blanco y negro, como una película antigua. En las imágenes pudo ver el cuerpo desnudo de Atem entre las sábanas. Los labios de él se movían, pero Yusei no podía escuchar nada. Su mano acarició la cadera de Atem, empujando la sábana que lo cubría hacia abajo, dejando al descubierto la esplendorosa figura del egipcio.

Yusei apartó sus manos de Atem como si el cuerpo del moreno estuviese ardiendo en llamas. La cara de Yusei estaba roja por lo que acababa de ver. Rió nervioso, cubriéndose el rostro con las manos.-No vas a creer lo que vi... Debo estar alucinando. Fue muy real. Casi pude... tocar las imágenes de mi cabeza- le dijo al chico bronceado, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. ¿Qué había sido eso? Y más importante ¿Quién era ese chico? El sentimiento de conocerlo desde hacía mucho tiempo nació en el interior de Yusei, como si hubiese compartido una etapa importante de su vida con él. No sabía explicarlo.

Por si sus pensamientos anteriores fueran poco, otro recuerdo de la misma naturaleza invadió a Atem cuando Yusei lo tocó al tiempo que sus miradas se encontraron. La mirada encendida del pelinegro en su mente, apreciando su cuerpo desnudo mientras lo descubría poco a poco, le recordó a los momentos íntimos que solía compartir con él en su anterior vida. Su pulso estaba acelerado, de pronto empezaba a sentir una extraña ansiedad. Sus ojos perdidos en la expresión de Yusei lo miraban anhelando recrear aquella imagen, sus labios deseaban besar los ajenos y sus manos casi se fueron solas al cuerpo del contrario.

Pero entonces reaccionó, justo cuando su acompañante se apartó. Retrocedió y sujetó sus propias manos, una con la otra, y las pegó a su cuerpo, sudaban, inquietas, como si tuvieran vida propia y él quisiera evitar que tocaran a Yusei de forma inapropiada.

Tragó saliva, nervioso. Por los gestos de Yusei podía quizás suponer de qué hablaba. ¿Le habría pasado lo mismo que a él?

—¿Viste lo mismo que yo? —farfulló, ni siquiera podía actuar normal estando frente a Yusei. Debía dejar de pensar en él de esa forma o alejarse si no quería seguir pasando vergüenza. Pero no creía que pudiera hacerlo— ¿Me viste a mí? Estabamos juntos en la cama… como una pareja… —Bajó el rostro, escapando de la mirada del pelinegro.

—Creo que sería conveniente que no te acercaras demasiado a mí —murmuró, apretando sus propias manos, evidentemente incómodo. No era lo que deseaba decir en realidad. No es que le incomodara la cercanía con Yusei, por el contrario, lo deseaba más que cualquier otra cosa, pero…—. No deseo hacerte sentir incómdo, no quiero acabar haciendo una tontería que te haga enfadar.

Quizás Yusei no comprendiera de qué hablaba, pero para Atem era difícil ponerse en su lugar, pensar como él. Temía que cualquier error que cometiera pudiera apartar a Yusei de su lado. Quería decirle la verdad, contarle que no era la primera vez que él tenía visiones como aquella, pero no se atrevió. No creía que fuese el momento aún.

—Está haciéndose tarde y debo hacer algunas compras —quisó desviar el tema. Recién entonces alzó la vista levemente—, de lo contrario mi tío va a querer matarme. —forzó una leve sonrisa— ¿Me acompañarás? Así podrías conocer el pueblo un poco más.

-Sí, creo que vimos lo mismo... ¿Cómo es que tienes el mismo color bronceado bajo tu ropa interior?Digo, si eso que vi es real...-Tenía el deseo de continuar la conversación sobre lo que ambos habían visto, sin embargo no creía que fuera el momento apropiado al observar la forma en la que el cuerpo de Atem se expresaba. Él se encontraba claramente igual o más nervioso que él. Se lo preguntaría cuando se relajara un poco; el día aún era joven. -Me encantaría- dijo el pelinegro, manteniendo su distancia para no desencadenar otra de esas visiones. Era complicado pensar en temas serios cuando tenía esa extraña mezcla de intriga y excitación recorriendo su cuerpo. Quería averiguar más sobre ese chico, pero sabía que estaba caminando sobre un techo de cristal. El paso equivocado podía terminar alejándolo.

Conforme caminaba, era evidente que Yusei evitaba acercarse a Atem, separándose mucho. Miró hacia el suelo con la cara triste, pensando en que no le gustaba estar de esa forma. Además, se sentía raro. Algo en él estaba desesperado por tocar a Atem otra vez, de explorar ese cuerpo agitado y ardiente que vio en su visión. -Siento que algo muy raro está pasando. No te conozco de nada pero...- Yusei sonrió, cerrando sus ojos.-Al mismo tiempo, tengo la sensación de que te he visto antes, que hemos compartido momentos privados. Pero eso es imposible- comentó el joven de cabello negro, acercándose un poco más a Atem sin llegar a tocarlo.

-¿Quién eres tú?- preguntó Yusei, acercando su mano temblorosa al hombro de Atem. Su instinto gritaba que estaba haciendo lo correcto, sin embargo estaba tan nervioso que sentía su garganta seca. Su mano sujeto al hombro del moreno, apretando suavemente. No pasó nada al principio, pero de pronto su entorno se volvió negro. Lo único que podía ver era a Atem en la oscuridad. Su cuerpo resplandecía con luz propia.

El escenario se transformó en una habitación que le resultaba familiar. Los aromas, los muebles, todo. Yusei se alejó de Atem un instante e intentó tocar la cama de la habitación con una de sus manos, atravesándola como si se tratara de un fantasma.-¿Qué es esto? ¿Estoy muerto?- se preguntó el pelinegro, atravesando varias veces la cama.

Escuchó un ruido a sus espaldas. La puerta se abrió, dejando a Yusei sin habla. Las personas que atravesaron la puerta eran nada menos que él y Atem. Era tan extraño. Los dos comenzaron a desnudarse y a besarse, provocando que Yusei se sonrojara al ver que era el egipcio el que se encontraba sobre él. Yusei salió de esa habitación, y en el momento en el que lo hizo volvió a la calle en la que se encontraban en primer lugar. -¡Ya basta! Dime todo lo que sabes ahora mismo. Quería darte tu tiempo para que te relajaras y te abrieras solo, pero no puedo seguir teniendo esas visiones eróticas, son demasiado para mí- Yusei no se había percatado de que había levantado una tienda de campaña en sus pantalones tras haber revivido ese encuentro íntimo de su otra vida con Atem, sonrojándose cuando un grupo de personas se quedaron mirando hacia su entrepierna. El joven se escondió detrás de Atem, avergonzado por ese detalle.

Avergonzado por las preguntas atrevidas de Yusei, el egipcio caminaba con la vista fija en el camino. De vez en cuando dirigía una tímida mirada de reojo a su acompañante, con curiosidad, para ver si aún mantenía la distancia. Rogaba que no se acercara ni un paso más; después de los momentos tensos que habían vivido antes, lo ponía demasiado nervioso.

Pero Yusei no aguantaría la incertidumbre y continuaría insistiendo. Atem quería desaparecer de allí, deseaba que sucediera algo que interrumpiera la conversación y le diera un respiro. Intentaba evitar la mirada de su acompañante, temía que notara en su rostro que estaba ocultando algo importante. Se sentía muy presionado, no podía decírselo así como así.

De pronto un suspiro de sorpresa escapó de sus labios. Se sobresaltó como gato cerca del agua cuando Yusei tocó su hombro, y quiso apartarse. Así de nervioso estaba.

—Te he dicho que no es bueno que… —reiteró lo que le había advertido antes sobre acercarse demasiado. Pero la mirada perdida del pelinegro interrumpió su diálogo, lo vio murmurar algo y se preocupó un tanto—. ¿Qué…? ¿Estás bien?

Dio otro respingo cuando Yusei reaccionó al exigirle que le dijera todo lo que sabía. Su voz era fuerte, demandante; hizo que Atem sintiera un escalofrío recorriendo su espalda. Lo observó con un deje de sorpresa, no sabía qué debía decirle o por dónde empezar. Pero entonces el pelinegro se detuvo, escabulléndose avergonzado detrás del egipcio. Atem se sonrojó aún más nervioso. Había notado que algunas personas se le quedaban viendo al pasar, y notó el motivo por el cual lo hacían. Pero Atem intentó mantener la compostura de la mejor manera que pudo.

—D-Deberías relajarte —le exigió al chico de ojos azules, volteándose de un brinco—. Estás causando un alboroto. Nos observan demasiado.

Para empeorarlo estaban en la zona central, donde había mayor concurrencia y más a esas horas de la tarde cuando los aldeanos salían de compras. Cuando el camino se despejó frente a ellos los recibió un hombre adulto, de bastante edad, de expresión humilde y sonrisa amable frente a un puesto donde se ofrecía gran variedad de frutas y verduras.

—Joven Atem, ¿cómo te encuentras hoy? Vienes acompañado, por lo que veo —saludó el hombre con familiaridad. Ese era otro detalle: mucha gente en el pueblo conocía a Atem. El joven moreno volvió a voltearse frente a aquel—. ¿Un nuevo amigo?

—Así es —respondió con una amable sonrisa, siguiéndole el juego. En su mente no era un simple amigo, pero debía ser cauteloso, pues aún ni siquiera Yusei sabía lo que eran en realidad—, dábamos un paseo por el pueblo.

—Me alegro por eso, es un buen día para pasear. ¿Qué vas a llevar?

Atem le mencionó la lista de productos que quería comprar y el vendedor puso todo en una bolsa que le pasó al chico. Después de pagarle el precio correspondiente, el egipcio se despidió de aquel, deseándole un buen día, y volvió su atención hacia Yusei.

—No podemos hablar mucho aquí, no es tan simple. Necesito ordenar un poco mis pensamientos… —le dijo, refiriéndose a lo que Yusei le había exigido decirle. No podía apresurarse, y mucho menos si Yusei se encontraba tan alterado. Además, también era todo demasiado nuevo para él. Debía calmarse y poner sus ideas en orden. Tras una prolongada pausa, volvió a hablar, fijando su vista en el pelinegro; tenía una expresión seria en sus grandes ojos púrpuras—. Yusei… Dijiste que nunca habías estado aquí, pero ¿en verdad no recuerdas haber caminado por las calles de este pueblo antes? ¿Nada te parece familiar? —preguntó enfocándose en sus ojos como si quisiera ver más allá de ellos.

Al mismo tiempo, de forma lenta y cautelosa, con su mano libre tomó una de las manos ajenas. Creyó que aquel contacto tan familiar, allí donde solían pasar su tiempo en otra vida, le traería algún recuerdo más claro, como le sucedía a él cada vez que hacía algo de lo que solía compartir con Yusei en aquella otra lejana realidad. Pensó que quizás, de la misma forma que le sucedía a él, podría hacerle recobrar poco a poco la memoria al pelinegro.

Yusei siguió el consejo de Atem, colocando su mente en blanco para deshacerse de la excitación. Después de caminar durante un rato la sangre dejó de concentrarse en "ese" lugar, permitiendo que Yusei pudiera caminar nuevamente al lado de Atem en lugar de seguirlo por detrás rozando su trasero con el bulto de su pantalón. El pelinegro observó la escena de Atem y el hombre mayor, sintiéndose un poco aburrido debido a que sentía como si el tiempo se arrastrara. Odiaba hacer las compras. Sí, recordaba que al vivir solo no tenía otra opción que no fuera hacer las compras él mismo, pero cuando conoció a ese chico especial había perdido ese hábito. Desde entonces detestaba hacer las compras. Parecía algo tan trivial pero al mismo tiempo hizo que Yusei notara algo importante: ¿quién era ese chico especial? Ni siquiera sabía si se trataba de un recuerdo suyo o de una película que vio alguna vez sobre un tipo gruñón al que no le gustaba ayudar con las tareas del hogar.

Yusei rió cuando se alejaron del aldeano.-Recordé una película que vi. No puedo recordar el nombre pero, sucedía en un pueblo como este. Una pareja de hombres enamorados que querían huir del drama de sus vidas, porque eran guerreros o algo así. Hay una escena en la que uno de los hombres se queja porque tiene que hacer las compras, y me pareció tierno, porque decía a su novio algo como "viví mi vida solo y era autosuficiente, y por tu culpa ahora ni siquiera soy capaz de comprar pan sin que me de pereza"- Yusei no sabía que no se trataba de una película sino de un día cualquiera en la vida que tenía antes.

Al caminar por esas calles, recordó otras cosas, nada relevante: detalles de su rutina de pareja con Atem.-Quisiera tener a alguien especial para compartir esta vista de Rodorio- dijo el chico, pensando en lo mucho que le gustaría tener como pareja a un chico como el de sus recuerdos borrosos. -A veces me pregunto qué es un sueño y qué es realidad. Últimamente no puedo distinguir en cuál de los dos estoy viviendo- pensó mientras una corriente de viento agitaba su cabello y su ropa. No era la primera vez que recibía ese viento frío golpeando su rostro. Había algo más que familiar en el ambiente.

-No, nunca había estado aquí. Es la primera vez que visito este lugar- dijo sin preocupación, aunque no parecía muy convencido de lo que estaba diciendo. Quizás esa película que creía recordar había sido filmada en Rodorio y por eso los escenarios le parecían conocidos. Hasta el momento, era su teoría más creíble.

-Aunque entiendo por qué dejaste Egipto para vivir aquí. Aunque no hay mucho qué ver, este lugar es tranquilo. Cuando sea mayor me gustaría iniciar una familia en un lugar como este. Supongo- Yusei no era el tipo de hombre que perdía su tiempo pensando en tonterías como sentar cabeza o formar una familia, pero Rodorio tenía la capacidad de hacer surgir esas ideas en él.

Poco a poco la tensión se desvanecía y el caminar junto a Yusei se volvía mucho más cómodo y ameno. El relato del pelinegro a Atem le resultó muy familiar, como si en algún momento hubiese visto la misma película o lo hubiese vivido. Él sabía que estaba todo en su mente, pero no era una simple ilusión. Era como los sueños recurrentes que lo invadían en las noches.

—¿No tienes pareja? —le preguntó de forma casual cuando habló acerca de su deseo de tener a alguien especial con quien poder disfrutar los paisajes del pueblo. Quería disimular su interés, pero la realidad era que deseaba saber más de él, estaba interesado en conocer todo sobre la nueva vida de Yusei—. ¿Alguna vez has tenido a alguien especial con quien deseaste algo como eso? —hablaba de formar una familia.

Al mencionar aquello una expresión melancólica se dibujó en su rostro. Recordaba la sensación de vacío en su pecho, aquel sentimiento de haber tenido todo eso y haberlo perdido. ¿Cómo? ¿En qué momento había sucedido? No lo sabía, quizás en otra vida, pero lo sentía tan lejano y tan próximo al mismo tiempo que sólo fijarse en los ojos de Yusei era suficiente para que todos esos recuerdos revivieran en su mente. Lo supo desde el primer momento, al verlo llegar a aquel bar junto a su amigo, supo que era él.

El tiempo había pasado tan rápido que sin darse cuenta ya estaban frente a la casa de Atem habiendo hecho todas las compras necesarias. El egipcio se detuvo un momento.

—¿Me ayudarías? Sólo será un momento —inquirió entregándole a Yusei una de las bolsas de las compras para adelantarse y abrir la puerta. Un pequeño gato corrió a ocultarse cuando ambos entraron—. Aquí es donde vivo. Adelante, pasa. Por aquí —invitó a su acompañante, esbozando una leve sonrisa—. Disculpa que te invitara sin preguntar, pero antes que nada debo dejar todo esto; es un poco incómodo cargar con tantas bolsas —lo guió hasta el comedor, una ordenada y amplia sala con algunos muebles y una armoniosa decoración, plantas, cuadros y fotos. Su tío llegaba hasta la noche, así que no había nadie en casa—. Si te apetece podemos salir a beber algo después. ¿No tienes que irte aún, verdad? —agregó mientras dejaba las bolsas en la mesa de madera. Entonces volteó y le dedicó una tímida sonrisa, con un tenue rubor en su rostro.

Yusei se quedó sin habla al escuchar la pregunta de Atem, sonrojándose de inmediato al no saber qué responder. Lo cierto era que, aunque lo deseaba, para él tener una relación sentimental con una persona no era exactamente su prioridad. Sentía algo por Kalin, pero él aún no era capaz de descifrar si ese sentimiento que brotaba en su corazón era amistad o algo más.

-No... no lo tengo- dijo Yusei finalmente. El tema de la conversación había hecho que se olvidara de su alrededor, deteniéndose cuando Atem le indicó que habían llegado a su destino. Si el Egipcio no le hubiese avisado probablemente habría caminado hacia adelante hasta darse un golpe contra la puerta. Sostuvo la bolsa que Atem le dio, esperando a que éste abriera la puerta

-Lindo lugar- comentó el pelinegro al ver el interior de la casa de Atem. Desde el exterior lucía como un sitio agradable, pero el interior le confirmaba que también era acogedor. Un lugar que lo hacía sentir protegido.

Negó con la cabeza.-No te preocupes por eso, tengo tiempo de sobra- cuando Atem sugirió ir a beber algo inmediatamente pensó en Kalin. Esperaba que no se metiera en problemas con los borrachos del pueblo.

Yusei sonrió gentilmente-Debería buscar a Kalin. Si se embriaga va a causar problemas- comentó Yusei, tomando asiento en uno de los sillones. -Eres una persona muy misteriosa. Te ofreces a ser mi guía, suceden cosas extrañas contigo alrededor y me traes a tu casa cuando soy un completo desconocido. ¿Deseas algo? Parece que no quieres separarte de mí- quizá estaba siendo grosero con Atem pero, no podía sacarse de la cabeza la idea de que él no estaba siendo completamente transparente.

—Está bien, si te preocupa podemos ir por él en cuanto acabe con esto. —respondió Atem al comentario de Yusei sobre buscar a Kalin, y volvió su atención a las compras. No iba a decirlo, pero en aquel momento sintió una ligera punzada de celos. Yusei había dicho que no tenía a nadie especial a su lado, pero Kalin parecía ser una persona muy importante para él.

Hubo silencio mientras Atem vaciaba las bolsas y guardaba cada artículo en su sitio. Concentrado en lo que hacía caminó hasta la alacena, y entonces la voz de su acompañante captó su atención. Lo miró por un momento pero apartó la mirada cuando supo a dónde quería llegar. Empezaba a ponerse nervioso otra vez. Yusei había notado que estaba interesado en él, pero no podía decirle todo lo que tenía en la mente de una sola vez. Su idea era acercarse a él y ganarse su confianza.

—Lo siento si te he causado una mala impresión, no es mi intención —habló después de pensarlo un momento, al tiempo que cerraba la puerta del mueble. Había decidido que le diría la verdad; o al menos una parte—. No quiero que pienses que intento aprovecharme de ti de alguna forma. Es sólo que… —hizo una corta pausa y apartó la mirada, no podía ver al joven de ojos azules fijamente sin desear besarlo— me agradas. Fuiste amable conmigo y no pareces ser el tipo de persona que tiene malas intenciones, por eso es que no temo invitarte a mi casa o acompañarte. Eres alguien interesante, me causa mucha curiosidad cuando te veo.

Quería darle alguna señal que le indicara que sentía algo por él, que entendiera el motivo por el cual deseaba acercarse, pero no quería hablar de más para que no se viese tan evidente. Él no era tan arrojado al momento de decir lo que sentía, y le avergonzaba un poco, quizás porque una parte de sí temía ser rechazado. Estaba Kalin en medio, y Atem no sabía qué clase de relación tenía con Yusei.

—Lo único que deseo es… que podamos conocernos más. La verdad es que me gusta pasar el tiempo contigo. —tan pronto como dijo aquello sintió que su rostro ardía de vergüenza. Alarmado balbuceó pensando qué más podía decir para relajarse y librarse de esa incomodidad—. Eh… ya estoy listo. ¿Nos vamos? —comentó apresuradamente.

-¿Está intentando seducirme, extraño misterioso?- dijo Yusei un poco en broma, intentando quitar la seriedad del ambiente. -Deja de disculparte tanto, solamente quería una explicación que justificara tu comportamiento. Si lo que querías era una cita pudiste haberlo mencionado en el bar- comentó el joven de cabello negro, pareciendo relajado y "cool", aunque por dentro se decía que no era una buena idea usar la palabra cita. Yusei no tenía problema con las relaciones con personas del mismo sexo, aunque él nunca se había atrevido a tener una relación de verdad o una "cita" con otro hombre. Lo más cercano que tenía a eso era la relación que tenía con Kalin, la cual ninguno de ellos sabía cómo definir. A veces actuaban como simples amigos, otras veces Kalin le enviaba señales raras y confusas, y Yusei respondía a estas señales sin obtener respuesta, preguntándose si había entendido todo mal o si Kalin de verdad sentía algo por él pero no se atrevía a continuar.

Aclaró su mente y recordó que estaban en un pueblo pequeño en el que nadie lo conocía. Podía tomarse la libertad de tener una cita con Atem, explorar un poco las relaciones y, quizás poner celoso a Kalin. No, descartó de inmediato la idea cuando entendió que era malvado utilizar a Atem como un instrumento para conocer los sentimientos de Kalin.

-He cambiado de opinión. Deberíamos quedarnos aquí. Kalin aparecerá tarde o temprano- el pelinegro invitó a Atem a tomar asiento junto a él. -Dijiste que querías conocerme mejor... ¿qué es lo que quieres saber?Puedes preguntar lo que quieras, la condición es que yo también puedo preguntar todo lo que quiera sobre ti ¿Es un buen trato, verdad?- preguntó con una sonrisa. El pelinegro había abandonado sus planes de utilizar a Atem, pero eso no cambiaba el hecho de que el Egipcio era atractivo y que tenía muchas de las cosas que a él le agradaban en un hombre: carisma, gentileza y humildad. Totalmente opuesto a Kalin.

Le atraía la idea de no pensar más en sus problemas con Kalin, fingir que había ido solo a Rodorio y que estaba en compañía de un chico de gran belleza, los dos solos en una gran casa, en un lugar donde nadie los molestaría. Las posibilidades de lo que podía ocurrir esa noche eran muchas en la cabeza de Yusei.