Reviviendo Memorias [Yusei]

Era una tarde pacífica, nada inusual. El cielo, parcialmente cubierto, reflejaba un sol que brillaba intermitente puesto que algunas nubes lo cubrían de vez en cuando. El clima, de momento, no se veía muy amenazante, pero algunas personas andaban con cuidado. Aquella zona del pueblo era un lugar bastante concurrido, gente iba y venía sumidos en sus propios asuntos.

Atem, por su parte, estaba sentado frente a una mesa redonda a la intemperie leyendo un pequeño libro mientras esperaba su pedido. Puesto que le agradaba la paz, pero estar encerrado todo el día en casa no era lo suyo, solía acudir a ese bar en particular para beber algo mientras disfrutaba de una buena lectura al aire libre. Era una costumbre que había adoptado y lo hacía con mucha frecuencia. Además le servía para despejarse.

Tras unos minutos de espera que para el joven egipcio, que estaba concentrado en la lectura, pasaron rápido, alzó la vista cuando la mesera se acercó a su puesto con un bandeja en mano.

—Aquí tiene, joven. Que lo disfrute. —Con delicadeza la mujer colocó frente a él una taza humeante y un pequeño plato con galletas.

—Muchas gracias. —Le respondió Atem con una agraciada y contagiosa sonrisa de esas que eran muy típicas de él cuando estaba de buen humor.

La muchacha, tras una sutil reverencia, se retiró al interior del local. Y el chico, dejando a un lado el libro que había estado leyendo, se concentró en su recién llegado pedido que olía delicioso y definitivamente no podía ser desperdiciado.

¿Una cita? —se repitió Atem mentalmente, sonrojándose. La expresión de sorpresa en su rostro fue inevitable. ¿Acaso Yusei se había dado cuenta de sus intenciones? Por dentro pensó que podía tratarse de una broma, pero él no era muy bueno distinguiendo esa clase de comentarios. No dijo nada al respecto, era mejor dejarlo así.

—De acuerdo —asintió aliviado cuando Yusei sugirió quedarse en la casa y lo invitó a sentarse a su lado. No olvidaba lo que Kalin le había hecho hacía un rato en aquel callejón; era mejor para él, en lo posible, no enfrentarse al albino—. Entonces déjame ofrecerte algo para beber primero.

Su intención era retrasar el momento para relajarse un poco, porque no podía acercarse demasiado al pelinegro sin ponerse nervioso. Con tantos recuerdos que tenía de él le costaba mucho tratarlo como un desconocido. De todos modos intentaría hacer las cosas bien para no incomodar a su acompañante.

—¿Bebes alcohol? —dijo al abrir el refrigerador. Era una pregunta obligatoria, había quienes no lo toleraban. Atem por su parte solía beber de vez en cuando, no en exceso, pero le agradaba ese tipo de bebidas—. De lo contrario puedo ofrecerte algo diferente. Tengo jugo de frutas, agua, café… o lo que quieras.

Mientras se encaminaba a la sala con dos vasos en las manos pensaba sobre la propuesta de Yusei. Sonaba tentador y divertido, pero Atem por su parte tenía secretos que no podía revelar. Podía aceptar el trato, pero debía ser cuidadoso sobre los temas que abordaban. Sentándose junto al pelinegro finalmente decidió que sí lo haría.

—Me parece un trato justo —respondió pasándole uno de los recipientes y bebiendo un sorbo del suyo—. Pero con una condición: nada de preguntas vergonzosas. Ya… Ya sabes —añadió, sonrojado—, sobre lo que hago en mi cama… o lo que hay… bajo mi ropa.

Si Yusei se atrevía a preguntarle algo como eso otra vez moriría de vergüenza. Tragó saliva, relajándose y pensando en lo que iba a preguntar. Ya lo tenía planeado, pero no sabía cómo iba a tomarlo el pelinegro. O si quería escuchar la respuesta en primer lugar.

—Aquí voy. —tomó aire antes de continuar, todavía inseguro de si era correcto preguntar algo así o no. Pero entonces recordó que Yusei le dijo que podía preguntar lo que quisiera, entonces prosiguió. Esperaba no tener que arrepentirse después— ¿Cómo es tu relación con Kalin? Quiero decir, él es una persona muy importante para ti, ¿cierto? Parecen llevarse muy bien. Cualquiera pensaría que son una pareja —hizo una pausa, alzando la vista para mirar a los ojos de su acompañante con un gesto ligeramente apenado—. ¿No lo son, verdad?

-El alcohol no me gusta mucho. ¿Tienes un poco de leche?- preguntó el joven, dejando el recipiente sobre la mesa sin prestarle mayor atención. Evitaba la bebida ya que él siempre era el "amigo responsable" que se aseguraba de que Kalin llegara a su casa después de pasar la noche emborrachándose. -No Atem, si puedes preguntar lo que tú quieras yo debo poder hacer lo mismo, sea embarazoso o no- sonrió el joven de cabello oscuro, pensando en que sería divertido hacer sonrojar a Atem. Quizá le parecía entretenido tantear cuántas preguntas podría soportar Atem antes de ponerse rojo como un tomate.

La primer pregunta del moreno lo dejó desconcertado. Yusei sonrió apaciblemente, bajando la mirada.-La verdad es que ni yo mismo puedo explicar el tipo de relación que tenemos. Algunas veces pienso que nunca me ha visto como algo más que su amigo, pero las señales que me manda me dejan confuso. No sé qué es lo que está pensando, si le gusto o solamente bromea. No creo que sea gay, lo he visto salir con chicas- Yusei supo que había sido demasiado directo con Atem, pero no podía evitar responder con sinceridad. Si esperaba que el moreno respondiera sus preguntas con honestidad, él no podía torcer ni manipular la verdad.

Quería saber más sobre el misterioso Atem pero decidió guardar el interrogatorio para más adelante, pensando en una pregunta no tan importante, sin embargo eso no hacía que fuera menos interesante-Es mi turno- Yusei se acercó un poco más a Atem.-¿Qué te gustaría que te hiciera en este momento?- preguntó, modulando su voz para sonar sugerente. Tomó a Atem por la barbilla y le dio una pequeña lamida en el cuello. Le guiñó un ojo antes de caer de espaldas en el sofá, guardando su distancia.-Sólo era una broma, relájate- dijo, retornando a su tono de voz serio. -¿Por qué tenías ese libro pervertido? No pareces el tipo de sujeto que gusta de revistas sexuales. Tienes el aspecto de uno de esos chicos de clase alta, bien educado, con la familia perfecta- dijo mientras recordaba esas imágenes de jóvenes desnudos que Atem dejó caer accidentalmente. Atem daba la impresión de ser un chico demasiado inocente como para consumir ese tipo de cosas, pero no podía dejarse engañar por su apariencia. Después de todo, desde que se conocieron Yusei había experimentado esas extrañas visiones que parecían sueños húmedos estando despierto; sueños muy vívidos en los que Atem le mostraba su piel bronceada sin ningún tipo de pena.

-¿Te gusta ver chicos desnudos?-  Se atrevió a hacer una segunda pregunta para avergonzarlo todavía más. Yusei no era precisamente un muchacho puro; él también hojeaba revistas pornográficas de vez en cuando, deseando poder tocar a los modelos y algunas veces imaginando que era Kalin el que estaba posando para él sin ropa. Yusei se puso rojo al recordar todas las veces que se había masturbado pensando en Kalin de esa manera, algo que era bastante incómodo y que lo hacía sentir una horrible persona, porque podía considerarse enfermizo tener fantasías con tu mejor amigo.

—Claro. —respondió el egipcio a la petición de Yusei, un poco extrañado de que rechazara la bebida y en su lugar pidiera leche. Pero eso le trajo un recuerdo que lo hizo sonreir. Entonces dejó su vaso en la mesa situada frente al sillón y se puso de pie. Se encaminó hasta la cocina y llenó un nuevo recipiente con el contenido de una botella de leche. Regresando a la sala ofreció el vaso a Yusei y tomó asiento. Escuchar su respuesta lo incomodó de inmediato. El relato del joven de ojos azules parecía ser verdadero, pero no era lo que en el fondo de su corazón Atem quería oír.

—Quizás sólo bromea. A él le gusta bromear sobre esas cosas, ¿verdad? —dijo intentando no exteriorizar sus pensamientos. El sólo pensar que podía existir algo más que una amistad entre Yusei y Kalin lo hizo sentirse tan abrumado que se vio obligado a beber un largo sorbo de su vaso, quizás el alcohol le hiciera pasar el mal trago. Pero era mejor dejar el tema por su propio bien.

En el momento que Yusei se dispuso a hacer su pregunta Atem sintió temor. Se sintió aliviado al saber que no era nada relacionado con las visiones, pero aún así se sorprendió. Su pulso se aceleró al verlo acercarse tanto y hablarle con aquel tono sugerente que lo transportaba hacia algún íntimo recuerdo de su vida pasada.

—E-Espera… ¿De qué hablas? —Se estremeció al sentir la mano ajena en su rostro, y el roce húmedo de la lengua en su cuello le erizó la piel. Instintivamente apoyó las manos en el pecho del pelinegro con la intención de apartarlo y tratar de controlar las emociones que lo embargaban, pero entonces este se alejó solo, no sin antes guiñarle un ojo. Sonrojado, Atem apartó su vista de los intensos ojos de Yusei. Esa mirada lo intimidaba.

—No vuelvas a hacer algo como eso tan de repente. —le exigió visiblemente avergonzado. El que fuese una broma no quitaba el hecho de que lo hacía sentirse en extremo apenado.

No acababa de recuperarse de aquello cuando llegó una nueva pregunta incómoda. Yusei parecía divertirse con sus reacciones, y Atem, que tenía por costumbre el sobreanalizar todo, se preguntaba cuál era la intención tras ese comportamiento. ¿Estaba interesado en él? ¿Estaba jugando? ¿Qué estaba pensando?

—No soy la clase de chico que tú crees —respondió un tanto ofendido. Un suave rubor se asomaba a su rostro—. Puede que lo parezca. He vivido toda mi infancia en Egipto, mi padre allí tiene mucho dinero y le gusta relacionarse con gente distinguida pero, desde que vivo aquí en Grecia, he estado intentando hacer mi propia vida.

Intentaba desviar el tema para que Yusei no continuara preguntando cosas tan vergonzosas. Es verdad que Atem no era un chico inocente y ajeno a la sexualidad, pero tenía el pensamiento de que esos eran temas privados y de cada quien. Cosas que no se hablaban con cualquier persona. Yusei había sido su compañero de vida en un pasado muy lejano, pero no lo sabía. Por lo mismo la confianza y el atrevimiento con que se dirigía el pelinegro a él lo confundía y le hacía pensar que quizás, sólo quizás, Yusei estaba interesado en él.

—¿P-Por qué quieres saber todo eso? —preguntó aún más avergonzado que antes tras el último interrogante de Yusei. Su rostro ardía de vergüenza y le apenaba la idea de que su acompañante lo notase—. No deberías hacer esa clase de preguntas, no es correcto. Esas son cosas personales. A-además no son cosas que le preguntas a un desconocido, no somos pareja ni nada y… y… ¿Qué pensarías si yo te hiciera esas preguntas a ti?

-Oh, lo siento, creí que estaba flirteando con un adulto, no con un niño que se espanta cuando escucha la palabra desnudo- el chico dio un sorbo largo a su vaso de leche, un poco enfadado por la actitud puritana de Atem. Se tranquilizó rápidamente, pensando en que Kalin podía sentirse igualmente frustrado cuando él lo regañaba por actuar de forma inadecuada en público. No era divertido recibir una probada de su propia medicina. Yusei decidió poner a Atem en una situación más comprometedora, sólo para desenfadarse.-¿Cómo esperas que confíe en ti si no eres capaz de responder con la verdad una pregunta que un adolescente podría contestar sin problema?- Yusei soltó esas palabras lentamente en el oído de Atem, invadiendo el espacio personal de su anfitrión y rozando la entrepierna ajena con su rodilla.

-De acuerdo, esa fue mi última insinuación. No suelo hacer este tipo de cosas, pero la expresión de tu rostro, no tiene precio- Yusei se rió un poco, dejándose caer en el sofá que se encontraba frente a Atem. El joven le dio la espalda al Egipcio, sintiendo un poco de sueño. Sin darse cuenta, el día se le había ido entre los dedos. Parecía que sólo habían pasado unos minutos desde que él y su amigo Kalin llegaron a Rodorio, sin embargo, la luna que se asomaba por la ventana le indicaba que las horas habían volado.

-Atem, vas a lamentar mucho no haber aprovechado tu oportunidad. Solamente dejo que me toquen así una vez cada mil años- dijo con una sonrisa antes de cerrar sus ojos, sintiéndose soñoliento. Estaba en el hogar de un extraño, pero no podía desconfiar de Atem. Su casa le recordaba a su propio hogar, como si hubiese dormido en ese sofá muchas veces.

-Odio esta sensación de Déja Vu que tengo desde que este día comenzó. Sé que he estado aquí antes, y es extrañamente tranquilizante- dijo en voz alta, abrazando un cojín mientras hacía un esfuerzo enorme por recordar si su padre alguna vez lo llevó de excursión a un pueblito como Rodorio durante su infancia, si lo que recordaba era sólo una película o algún sueño raro. Quería saberlo, y algo le decía que Atem tenía todas las respuestas que él quería, considerando que el Egipcio había sido el detonante de las visiones.

—Lo siento… —dijo el egipcio casi en un susurro. A estas alturas era bastante claro lo que Yusei pretendía. Pero Atem hubiera deseado que éste fuese capaz de leerle la mente y comprender lo que estaba sintiendo. Sus palabras le dolían, porque no salían de la boca de un desconocido; él lo veía como la persona que alguna vez le había dicho «te amo». Si era Yusei a quien quería, ¿por qué estaba actuando de esa forma? ¿Por qué estaba tan nervioso? Su cabeza era un caos. Sus pensamientos no estaban en orden. Ni siquiera fue capaz de reaccionar debidamente cuando el pelinegro volvió a acercarse de forma insinuante, haciendo evidentes sus intenciones. Temblaba, no le salían las palabras.

Tonto. Lo estás arruinando. —se reprendió mentalmente cuando su acompañante se alejó. Dejándose caer contra el respaldar del sillón deslizó una mano en su frente, escurriéndose entre sus dedos algunas mechas rubias en el proceso, y cerró los ojos, soltando un suspiro.

Tomó su vaso y bebió hasta vaciarlo por completo cuando Yusei le dio la espalda. Mil años… Irónicamente, así de lejano se sentía en sus recuerdos la última vez que habían estado juntos de manera íntima. Quizás de eso se trataba. Aquel encuentro había sido tan inesperado que aún no recobraba del todo su confianza.

Allí recostado en el sofá, tan pacífico y tranquilo, Yusei lucía encantador como cada día lo recordaba. Atem lo observaba quietamente, podría haberse quedado toda una noche despierto sólo viéndolo dormir. Sonrió apaciblemente tras el último comentario. Sabía que no podía guardarse la verdad de todo el asunto por siempre, pero tampoco podía apresurarse. Él podía ayudarlo, pero Yusei debía recuperar los recuerdos por su cuenta. De otro modo, todo le resultaría confuso y absurdo.

—Puedes quedarte si lo deseas —le respondió—. Si me lo permites, quisiera compensar lo que pasó —hablaba de su comportamiento, entendía que había estropeado el momento y que el pelinegro no estaba nada contento con el resultado—. Ya que es tarde y el tiempo se encuentra algo inestable afuera, te ofrezco un lugar en mi casa para que puedas pasar la noche tranquilamente. No tienes que preocuparte de regresar tan pronto a tu ciudad ni de buscar un sitio donde cenar antes de que sea más tarde, mi hogar es también tu hogar hoy. Puedes mencionárselo a Kalin, hay suficiente espacio para los dos.

Por mucho que la idea de compartir espacio con Kalin no le agradaba demasiado, la parte compasiva de su persona no podía permitirse dejar a alguien a su suerte en un sitio que no conocía. Aunque no le gustase, el chico era amigo de Yusei y habían llegado juntos al pueblo. Tenía que, al menos, ofrecerle algo de hospitalidad.

-Está bien, puedo pasar la noche aquí, pero dormiré en el sofá. Ser tan amable y considerado terminará por causarte problemas en tu vida- dijo Yusei antes de quedarse dormido en el sofá. No creía que Kalin se apareciera durante la noche, pensando que pasaría la noche tirado en el suelo del bar después de su usual pelea con los borrachos locales. Sí, sabía muy bien que Kalin no necesitaba ayuda para pelear. A la mañana siguiente despertó solo en la sala, sintiendo que la luz del sol le quemaba los ojos. -Demasiada luz- se acercó a la ventana para cerrar las cortinas antes de buscar a Atem.

Recorrió un pasillo, encontrando una habitación con la puerta abierta. No encontró a Atem pero, la habitación despertaba esa sensación haber estado antes en ella. Se sentó en la cama y curioseó en uno de los cajones de la cómoda junto a la cama. Sabía que no estaba bien revisar los objetos personales pero, sentía el impulso de revisar. No encontró nada importante, sólo un pequeño diario rojo con un candado. ¿Sería el diario de Atem? Lo escondió de nuevo en su lugar, pensando que sería incorrecto echarle un vistazo. Buscó a Atem en otra de las habitaciones de la casa sin tener éxito, aunque le llamó la atención ver algunas fotografías del propietario de la casa cuando era más joven. El moreno parecía ser un niño adorable.

Sujetó uno de los cuadros, dejándolo caer accidentalmente cuando escuchó pasos detrás de él.-Lo siento Atem, no quise...- se disculpó, pero no era Atem. Se asustó cuando vio algunos pétalos de rosa flotando sobre el suelo. Yusei recogió uno de los pétalos, sintiendo un pinchazo atravesar su guante. El pétalo se convirtió en una rosa, provocando que el antiguo caballero de Piscis sintiera que su cuerpo entero se paralizara.

Caminó hacia la cama, durmiéndose tras oler la dulce fragancia de la rosa. Tuvo un sueño bastante lúcido: se encontraba con Atem en un antiguo templo Griego. El joven de piel morena le decía lo mucho que lo amaba mientras él lo atacaba con rosas negras, horribles rosas que cortaban la piel y destruían los músculos. Era como una escena de terror sacada de una película demasiado gráfica. Despertó empapado en sudor, rodeado de esas rosas negras. Habían aparecido en toda la habitación.-¿Qué diablos es esto?- se preguntó, sosteniendo una de las rosas negras con mirada de estupefacto.

Siendo el dueño de casa, Atem no se sentía cómodo dejando que su invitado durmiese en el sofá, pero Yusei había insistido tanto que no tuvo otra opción. Se fue a dormir pensando en su situación y cómo iba a enfrentarla. Intentando aclarar su mente no pudo conciliar el sueño correctamente. Había despertado varias veces en la noche para asegurarse de que el joven de ojos azules siguiera allí, volviendo a dormir tranquilo al ver que sí. Tanta inseguridad no era normal en él.

Después de un descanso interrumpido despertó con el resplandor del sol matutino golpeándole el rostro y decidió finalmente salir de la cama. Era temprano, su invitado todavía dormía y no quería molestarlo, así que prefirió tomar un relajante baño antes de empezar su día. En algún momento hubo ruido fuera del cuarto, algo que caía y golpeaba el suelo y un murmullo, la voz de Yusei, pero el sonido del agua corriendo impidió que el egipcio lo oyera con claridad.

Más fresco y espabilado, Atem salió del baño algunos minutos más tarde. Con una toalla blanca envuelta en su cintura el moreno se encaminó a la habitación con la intención de vestirse, pero no esperaba encontrarse a Yusei allí. Se preocupó al verlo sentado en la cama totalmente desconcertado, la expresión del pelinegro era la de alguien que acababa de ver un fantasma.

—¿Yusei? ¿estás bien? —Avanzó apresurado a su encuentro, pero, como si chocase con una pared invisible, se detuvo de manera súbita al notar las rosas negras que lo rodeaban. Retrocedió un paso, su expresión había mutado completamente y sus piernas temblaban. El terror lo abrumó. La visión de aquellas flores lo transportó a un recuerdo de otra vida, una cruel y dolorosa batalla que lo había marcado como ningún otro evento jamás.

Miedo, desesperación. Dolor. Un cúmulo de emociones intensas lo embargó de repente. Su cuerpo, perlado por el sudor, estaba totalmente limpio de marcas, no poseía cicatriz alguna que recordara a aquel brutal combate, pero las heridas de ese entonces volvieron a doler como si fuesen verdaderas. No lograba distinguir qué era real y qué era una ilusión. Ver a Yusei allí, rodeado de rosas negras, le hizo revivir aquel tormentoso episodio en su mente.

—No… Yusei, detente… —dijo en un murmullo desesperado, sus ojos llenos de lágrimas. Se llevó una mano al pecho, su respiración era rápida y profunda, sentía que empezaba a faltarle el aliento. No pudo mantenerse en pie mucho más cuando sintió que todo se oscurecía a su alrededor y se desvanecía, cayendo desmayado frente a Yusei.

Atem se desmayó al entrar en la habitación, pidiéndole a Yusei detenerse. ¿Detener qué? Se preguntó antes de que Atem perdiera el conocimiento. El pelinegro cargó al dueño de la casa en brazos. La toalla que cubría la desnudez de Atem se deslizó de su cuerpo al momento de levantarlo, provocando que Yusei se sonrojara al ver el miembro del Egipcio. Se apresuró a cubrir a Atem con la sábana de la cama, sentándose en el borde mientras esperaba que éste reaccionara.

Las rosas negras se desvanecieron en medio de pequeñas partículas de color oscuro, como si nunca hubiesen existido. Yusei se quitó el guante que fue atravesado por la espina de la rosa. Aún tenía la herida en su piel, por lo que en verdad eso había sucedido, no había sido obra de su imaginación.

Acarició el rostro de Atem con su mano descubierta. A través del contacto con su piel, Yusei pudo saber el motivo por el que éste se había desmayado: ver esas rosas era como una pesadilla para él. Sentía tener una conexión fuerte con Atem, llegando al punto en el que podía averiguar muchas cosas sólo tocándolo.

Se recostó a un lado de Atem, esperando a que éste despertara. Tenía miedo, pero estar al lado de Atem hacía que se sintiera protegido. -Atem... ya no están esas rosas, no estás más en peligro- susurró en el oído de Atem, pasando sus dedos a través del cabello del Egipcio.

Atem despertó con el susurro de la voz ajena, abriendo los ojos lentamente al sentir la caricia de Yusei. Se encontró acostado en su propia cama, con nada más que una fina tela cubriendo su completa desnudez.

Le tomó un momento reaccionar y acordarse de lo que había pasado.

Entonces un suave rubor coloreó su rostro al ver al pelinegro tan cerca, imaginando que había sido él quien lo acomodó en la cama. Sólo murmuró su nombre tímidamente a modo de pregunta. Yusei parecía conservar la calma, aún cuando quizás no comprendía lo que había sucedido o el origen de las rosas negras. Era una escena que al moreno le resultaba familiar, le gustaba que su amado lo mimara de esa forma.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó el egipcio con voz adormilada, todavía se sentía un tanto mareado— ¿De dónde salieron esas rosas? ¿Tú…tú las creaste?

Quizás aquella pregunta no tuviese mucho sentido a los oídos de cualquiera, pero algo impulsó al moreno a mencionarlo: en otra vida el chico de ojos azules había sido capaz de crear aquellas hermosas pero letales flores. Era verdad que le traían recuerdos dolorosos, pero al mismo tiempo hacían que sintiese a su Yusei más cercano.

Lo miró cuidadosamente a los ojos como si hubiera descubierto algo maravilloso en ellos, posando las manos en sus mejillas y acariciándolas con suavidad. Sus rostros estaban tan próximos el uno del otro que un simple movimiento habría bastado para robarle un beso. Lo pensó incluso.

—Estás demasiado cerca —mencionó en un tono poco más alto que un susurro—. Pero no te alejes. Me gusta estar así contigo —se atrevió a comentar aquello casi de forma inconsciente. Su intención no era confundir al joven que estaba a su lado, pero por un instante sintió que se encontraba viviendo uno de esos sueños donde ambos se conocían muy bien—. ¿Me abrazarías? —le propuso finalmente.

-Creo que sí las he creado yo- dijo, mirando su mano herida por la espina de la rosa, abriendo y cerrando un par de veces. Estaba tan concentrado en su herida que no percibió que estaba muy cerca del chico, reaccionando cuando éste le indicó que estaba invadiendo su espacio personal. Quiso alejarse, pero él le pidió que se quedara. Lo pensó, creyendo que era inadecuado acercarse a Atem cuando se encontraba vulnerable. Estaba viendo demasiado de su anatomía, aunque no negaba que le gustaba lo que estaba viendo.

Quiso abrazarlo pero, algo en él le dijo que no era correcto.-Está bien pero con una condición- Yusei tomó la sábana y la usó para cubrir el pecho desnudo de Atem antes de abrazarlo.-Podría darte un resfriado, aún estás mojado por la ducha- comentó Yusei antes de salir de la habitación, apartándose de Atem y cerrando la puerta tras de sí. Su mano estaba temblando, sintiendo que ésta pesaba como el plomo.

Al tocar a Atem había tenido otro recuerdo, la "escena" que continuaba la visión que tuvo del Egipcio seriamente herido en el templo cubierto por esas rosas. Vio a Atem rodeado por un aura dorada, como la de una deidad, algo mágico. ¿Ese chico era un ser divino? Deambuló por la casa, desorientado, recibiendo recuerdos: veía las habitaciones desde el pasillo y al mirar a través de las puertas veía por instantes pequeños fragmentos del pasado que compartió con Atem en esa casa, como partes de una película vieja: Él y Atem decorando una habitación, él y Atem cambiando los muebles de lugar, él y Atem discutiendo por cosas triviales de pareja.

Yusei se refugió en un rincón de la sala, llevando las manos a los costados de su cabeza. Estaba asustado. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué tenía recuerdos compartidos con él? -¿Quién soy yo?- se preguntó entre lágrimas antes de que su mano se transformara; durante unos segundos, la mano en la que tenía la herida se convirtió en una mano monstruosa: carne sin piel con huesos protuberantes en los nudillos y terminaciones afiladas como las garras de un demonio. -¡Aaaaaaahhhh!- Yusei gritó horrorizado. El aroma de las rosas se fue, dejando en el aire el olor de la muerte, uno que Yusei reconocía de su vida anterior. -Estoy maldito... maldito.... maldito... Tengo que desaparecer... Tengo que proteger a Atem de mí mismo... No quiero hacerle daño otra vez... No quiero matar otra vez- decía entre lágrimas, repitiendo las mismas palabras que dijo en su otra vida sin saberlo. Un camino de pétalos de rosa apareció, desde la habitación en la que se encontraba Atem hasta el sitio de la casa en el que Yusei lloraba desconsolado, como si las flores le pidieran al Egipcio que corriera a consolar al joven confundido en la sala.