¡Fantasmas! - {Zona 9 - Evento Halloween}

Acabar con la cabeza flotante de calabaza no fue difícil, difícil fue internarme nuevamente en el sembradío de partes humanas; resultaba muy desagradable a la vista, y a cualquier otro sentido. ¿Qué clase de ser bajo y vil ejecutaría tal acción? Al final logro ver los pasillos del Laberinto, volvió a internarse en la frígidas paredes, sin sangre, ni nada escalofriante. Camino con muchas ganas, estaba determinada a asesinar a Michelin, aunque fuera lo último que hiciera en el mundo, en esa curiosa quimera. De pronto los pasillos se volvieron monótonos, la sensación de deja vu la invadió… algo, algo no estaba bien… y lo supo cuando vio la primera cosa blanca volar hacia ella…

― No… no otra vez… ― dijo viendo con desgana al fantasmita yendo a toda velocidad contra ella, detrás de este habían más y más existencias plasmáticas. ¿Hasta cuándo? No quería perder sus caramelos, no quería ser secuestrada durante días por esos traviesos blanquecinos. ¿Es que acaso nunca acabaría esa pesadilla? Con desgana continuo caminando, podía ver como uno a uno se irían sus caramelos, esas criaturitas eran unos golosos. Algo golpeo su cabeza, un caramelo ― ¿Eh? ― musito al ver la golosina… era muy raro que ellos le regalaran alguna cosa, ahora se preocupó el doble por lo que vendría…

Los pasos continuaron, el andar lento y desganado. No tenía intención de sufrir nuevamente el hurto de sus caramelos, pero tampoco tenía opción a alguna, debía pasar por ese lugar y atenerse a las consecuencias del mismo. Por un segundo deseo que su disfraz de Pikachu lanzara impactruenos para intentar fulminar a los pequeños ladrones, lamentablemente no tenía esa habilidad, y aunque la tuviera no podría hacerle daño a algo intangible. De la nada cayo un nuevo caramelo… que curioso.

La joven disfrazada de pokemon guardo el caramelo en algún bolsillo de su atuendo. Para eso ese momento solo quería correr lejos de ese lugar, porque sabía lo que inminentemente iba a suceder, la iban a robar, tres caramelos parecía ser el límite del hurto y antes de inhalar los pequeños níveos llevaron a cabo la acción maligna ― Si, lo sabía… que los disfruten ― les comento con desgana, aumento el paso para intentar salir antes que la dejaran en cifras rojas.

Los fantasmas seguían rondándome, me traspasaban, se reían y divertían con mi sufrimiento. Odiaba esa zona, de verdad que la odiaba con todas las fuerzas de mi alma, casi de la misma forma en que detestaba a Michelin y sus cuerpos impenetrables por mis técnicas heladas. Al final veo la salida, podre huir de ese lugar, el alivio me invade, empiezo a correr, corro como si mi vida dependiera de ello… y si, parece que si depende de ello… porque no sé cuántas veces màs podre morir y renacer en aquel laberinto del averno…

Cayó de cara al suelo duro de un sitio desconocido tras haber sido arrojado por aquel vórtice oscuro que anteriormente de la nada lo había devorado. Sentándose en el suelo se tomaba la cabeza un tanto adolorido y sin mencionar que bastante confundido, mirando en todas direcciones y preguntándose en dónde demonios estaba y quién había sido el responsable. Un pasillo largo y amplio, sombrío y desolado lo esperaba al frente; un sitio frío y tétrico que no estaba nada mal para su gusto. Sin embargo seguía perdido en el tiempo y el espacio y eso lo irritaba.

—¿Dónde demonios estoy? —se preguntó, molesto. Y cuando quiso ponerse en pie casi tropezó con su propia ropa, y entonces se dio cuenta que no llevaba las mismas ropas que antes hubo estado vistiendo, sino una horrible y desgastada túnica negra—. ¿Qué se supone que es esto? —agregó, sujetando parte de las telas oscuras, mirándolas con desagrado. Todo ese asunto no le gustaba nada. Definitivamente encontraría al responsable y le daría su merecido. Entonces comenzó a caminar por el largo y oscuro pasillo.

Sorprendido más que asustado alzó la vista y miró al frente cuando se dio cuenta que no estaba solo en aquel laberíntico pasillo. Frente a él, a una distancia de cuatro metros aproximadamente, cuando llegaba a una intersección donde se cruzaban cuatro diferentes caminos, vio pasar a una banda de entes espectrales murmurando lamentos irritantes. Estos siguieron derecho y parecieron ignorar a Bakura, quien alzó una ceja extrañado cuando observó que los fantasmas habían dejado caer un diminuto dulces. Se acercó con curiosidad y lo tomó. No le interesaba pero lo guardó en uno de sus bolsillos de cualquier modo. ¿Quién sabe?, podría servirle para algo en el futuro.

Caramelos: 1

Su vista estaba enfocada al frente, iba distraído, o más bien concentrado en una sola cosa: encontrar la salida de ese lugar que, pese a que le resultaba bastante cómodo, desconocía totalmente, al menos por el momento. —Me sentiría mucho mejor si supiera quién me trajo hasta aquí —se dijo a sí mismo, explorando el pasillo con la vista mediante avanzaba, a paso tosco y lento dejaba atrás el camino ya recorrido, hasta que de pronto...

—¡¿Qué demonios?! —exclamó alterado cuando de pronto experimentó la sensación repentina y extraña de que algo le atravesaba el cuerpo desde sus espaldas. Y al siguiente segundo se dio cuenta que se trataba de un grupo de fantasmas que quién sabe lo que querían de él, pero empezaron a rodearlo danzando en torno a su posición de un modo tan molesto que comenzaba a sentirse sofocado.

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Suspirando con resignación Bakura decidió que quizás la opción más correcta era actuar con sabiduría y avanzar sin más, ignorando a los fantasmas. Después de todo esas criaturas espectrales no podían hacerle daño ni nada para obstaculizarle el paso, simplemente atravesaban su cuerpo como si nada hubiese en el camino. Fue así que, sin más, se aventuró por el pasillo, dejando atrás a sus molestos acompañantes para dirigirse hacia lo que parecía la salida del laberinto: una enorme puerta cerrada que estaba a una distancia bastante considerable desde su posición. Pero no había amenaza alguna que le impidiera llegar a ella, así que simplemente siguió su camino.